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APRENDER A MIRAR EN LA MIRADA DE DIOS

HOMILÍA DE ORDENACIÓN SACERDOTAL DE FRANCISCO ALMACHI Y LENIN

Quito, 19 de marzo de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Me gustó una expresión que leí preparando esta homilía: “De muy buena “talla” tenía que ser el carpintero de Nazaret para que Dios se fijara en él para semejante empresa. Dios le encarga la paternidad y custodia de la Sagrada Familia de Nazaret y, por extensión, de toda la Iglesia”.

José es el “varón justo”, como lo proclama el himno de hoy, fue amado por el Señor. Lo amó el Señor y también el mismo Dios lo acompañó en cada momento y bendijo su trabajo.

Hoy, queridos Francisco y Lenin, ustedes reciben un gran regalo en sus vidas. Son amados por Dios, han sido amados y llamados, han respondido y desde hoy, como sacerdotes, tengan la seguridad de que Dios los acompañará en cada paso, en cada momento, en cada misión.

Han ido “tallando” sus vidas para poder llegar a este momento. Y sé que tendrán esa “talla” para ser sacerdotes para siempre. Les encarga el Señor una “paternidad espiritual” que deben comenzar a vivirla y asumirla en sus vidas de pastores.

¿Cómo actúa Dios en nuestras vidas? ¿Cómo actuó Dios en la vida de José? Hay una sola palabra para describir la actuación de Dios: “DESCONCERTANTE”. Es que Dios, como dice Francisco, es el “Dios de las sorpresas” y el dejarnos sorprender por Dios nos desconcierta sin duda.

Dios sorprende a José con un proyecto concreto, y el santo carpintero tiene que hacer todo un proceso de maduración y crecimiento para tratar de comprender y ver la mano de Dios en su vida. “José nos enseña a parar los miedos y tentaciones que aparecen en la vida cuando uno no tiene la misma mirada de Dios. Nos invita a comprender que, del barro, el Señor es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos. Nos empuja a captar el sentido pleno de cómo se va manifestando la ternura del amor divino en nuestro propio proceso personal, por difícil que este sea. La empresa que José tiene por delante es, en definitiva, el amor. Sintiéndose amado por la ternura de Dios, transforma la realidad concreta del miedo o la duda en un hogar de amor” (Fray Juan Manuel Martínez, O.P.)

Estoy convencido de que Dios los ha sorprendido a ustedes, Francisco y Lenin en sus vidas, los ha desconcertado. Los proyectos que en algún momento tuvieron quedaron atrás, y quedaron atrás porque el proyecto de Dios era otro y se metieron en este camino, el camino de Dios, un camino exigente, un camino que compromete toda la vida, un camino que no es de un día es para siempre.

¿Qué les enseña José a ustedes en este día de su Ordenación Sacerdotal? Creo que en primer lugar les enseña a NO TENER MIEDO. A confiar plenamente en el Señor. Pónganse en las manos de Dios, quizás me digan que lo están, pero ahora deben lanzarse al vacío confiando totalmente en ese Dios que los ha llamado, que los ama y que los acompañará siempre.

Les enseña también a APRENDER A MIRAR EN LA MIRADA DE DIOS, a hacer de ustedes, de ti Francisco, de ti Lenin, la mirada de Dios. Una mirada de amor, una mirada hacia el descartado, una mirada de comprensión, una mirada de servicio y entrega, una mirada de renuncia, una mirada de sacrificio, una mirada de plenitud. Es una mirada que señala un camino, nuevo, diferente, un camino que aprenderán a recorrer porque es Él mismo el que irá señalando el camino.

Les enseña a demás a ASUMIR SU FRAGILIDAD. Somos barros, somos frágiles, lo saben bien, yo conozco la fragilidad de ustedes, la hemos ido conversando, tratando, superando pero no crean que ya está vencida la fragilidad. Siempre serán frágiles porque somos “hombres de barro” como canta una canción. Asuman su realidad y desde esa realidad construyan el sacerdote que quiere Dios, que quiere la Iglesia, que quiere la gente a la que serán enviados y que quiere y sueña este Obispo que es padre de ustedes.

Es finalmente, una ENSEÑANZA DE AMOR. El sacerdocio no se concibe sino desde el amor. No corten su capacidad de amar, amar a todos, no amar exclusivamente a alguien sino a amar a quienes Dios pondrá en el camino de sus vidas. Solamente desde el amor se entiende el dar la vida, solamente desde el amor se entiende el partir, repartir y compartir el pan, solamente desde el amor se entiende el reconciliar con Dios, solamente desde el amor se entiende la fatiga de cada día, la soledad en la que se encontrarán muchas veces, la incomprensión de tantos, la pobreza que deben asumir y el saber que entregan todo, lo dan todo y no tienen nada.

El Papa Francisco afirma que “San José es un hombre que puede decirnos tantas cosas, pero no habla; es el hombre escondido, el hombre del silencio, que tiene la autoridad más grande de aquel momento, sin hacerla ver… este hombre toma la promesa de Dios y la lleva adelante en silencio, con fortaleza, la saca adelante para que se cumpla lo que Dios quiere”.

Y eso es lo que les toca a ustedes, ser hombres creyentes, como nos dice San Pablo acerca de Abraham, que “creyó contra toda esperanza”. Esto, queridos Francisco y Lenin, no es cuestión humana, es cosa de fe, de profunda fe.

¿Qué dirán ustedes a los demás con su vida sacerdotal? Sus vidas deben ser un libro abierto para que otros vean que es Dios quien actúa, que es el Señor el que llega con su misericordia. Y lo harán en silencio, lo harán con fortaleza, lo harán con valentía y decisión. ¿Están dispuestos a hacerlo? ¿Están dispuestos a ser esos hombres de fe, esos sacerdotes de Dios, esos sacerdotes a ejemplo de San José que no habla, sino que obedece?

Me gusta mucho la parte final del Evangelio de hoy que dice que, “Cuando José despertó de aquel sueño, hizo lo que le había mandado el ángel del Señor”. José es el hombre que sueña y que despierta, que sueña y actúa. Francisco afirma que José, “…es un hombre capaz de soñar. Y es también custodio del sueño de Dios. ¡El Sueño de Dios de salvarnos a todos, de la redención, viene confiado a él! ¡Qué grande este carpintero! Silencio, trabaja, protege, lleva adelante las debilidades y es capaz de soñar”.

Sueñen, no dejen de soñar, no dejen de tener el Sueño de Dios, sueño de salvación para quienes se acerquen a ustedes. No dejen de soñar, pero sueñen cosas grandes, porque cuando lo hacemos, “nos acercamos al sueño de Dios, a las cosas que Dios sueña sobre nosotros”. Ese soñar les dará a ustedes, jóvenes sacerdotes, Francisco y Lenin, la capacidad de arriesgar, de emprender las tareas difíciles que han visto en sus sueños y que deben hacer realidad a partir de hoy.

Que la Virgen, nuestra Buena Madre les acompañe en este desafío de amar, de soñar, de servir y de salvar. ASÍ SEA.