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“Buenos pastores” a ejemplo de Cristo

HOMILÍA DEL IV DOMINGO DE PASCUA

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 30 de abril de 2023

En este cuarto domingo de Pascual, el “Domingo del Buen Pastor”, en el que oramos especialmente por las vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa en la Iglesia, es importante que todos, tú y yo, ustedes queridos hermanos y nosotros sus pastores, testimoniemos que Cristo es nuestro futuro.

Es Cristo quien da sentido a todo, quien es nuestra esperanza y nuestra fortaleza. Lo decía el Papa Francisco hace dos días en su viaje a Hungría: “Con Cristo y en Cristo. Nada fuera del Señor, ni nada lejos del Señor… esto sólo es posible mirando a Cristo como nuestro futuro… poniéndolo en el centro en este tiempo Pascual, podemos mirar las tormentas que a veces azotan nuestro mundo… con una mirada que no cede a la resignación y que no pierde de vista la centralidad de la Pascua: Cristo resucitado, centro de la historia, es el futuro”.

 

Poniendo a Cristo como nuestro futuro, veamos nuestra realidad de país, una realidad de violencia, terrorismo, narcotráfico, muerte, sicariato, lágrimas y desesperanza, no como algo catastrófico. Francisco nos llama a no tener “una lectura catastrófica de la historia presente, que se alimenta del derrotismo de quienes repiten que todo está perdido, que ya no existen los valores del pasado, que no sabemos dónde iremos a parar”.

 

Todos juntos, como comunidad cristiana, debemos ir señalando el camino de esperanza sabiendo que Cristo es el centro de nuestras vidas. Y para ello, necesitamos pastores, “buenos pastores” a ejemplo de Cristo, el “Buen Pastor”. Hoy hablamos de pastor, de puerta, de ovejas, de rebaño, de redil. Son imágenes que, a nosotros, habitantes de una gran ciudad, nos cuesta un poco comprender, pero que eran parte de la cultura y de la realidad de Jesús.

Todos nosotros necesitamos una experiencia nueva de Jesús, necesitamos reavivar nuestra relación con Él. Si hemos caído en la rutina de una vida cristiana cómoda, instalada, debemos levantarnos y buscar poner a Jesús en el centro de nuestras vidas. Debemos pasar de un Jesús al que confesamos por rutina a un Jesús acogido vitalmente, al que seguimos porque escuchamos su voz y que nos llama por el nombre porque nos conoce.

Si hay algo que me encanta del Evangelio de hoy es que Jesús nos llama “por nuestro nombre”. Lo dice claramente: “…él llama a cada uno por su nombre y las conduce afuera”. Es un llamado personal, no anónimo, no en masa, es a ti, a mí, que nos llama el Señor. Y aquí viene la gran pregunta: ¿Te has sentido llamado por el Señor? ¿Has escuchado su llamada? ¿Lo has seguido o has buscado otros caminos, otros pastos?

“Para Él no somos masa ni multitud. Somos personas únicas, cada uno con su propia historia, cada uno con el propio valor, tanto como criatura como redimido por Cristo. Cada uno de nosotros puede decir: ¡Jesús me conoce! Es verdad, es así: Él nos conoce como nadie más. Solo Él sabe qué hay en nuestro corazón, las intenciones, los sentimientos más escondidos. Jesús conoce nuestras fortalezas y nuestras debilidades, y está siempre listo para cuidar de nosotros, para sanar las llagas de nuestros errores con la abundancia de su gracia. En Él se realiza plenamente la imagen del pastor del Pueblo de Dios delineada por los profetas: se preocupa por sus ovejas, las reúne, venda la que está herida, cura la que está enferma” (Francisco).

Debemos “escuchar su voz” que nos llama. Debemos escuchar esa voz en toda su frescura y originalidad. Una voz que compromete, que arrastra, que mueve la vida. Una voz que no puede pasar desapercibida.

Sin duda que hay otras voces en nuestros tiempos, voces que nos pueden distraer, voces extrañas, voces del mundo que siempre ha buscado atrapar, desviarnos del camino, nuestro camino de cristianos. Hay voces de violencia, voces de superficialidad, voces de conformismo, voces de mirar la vida en forma fácil, voces de corrupción, voces de drogas. ¿Seguimos esas voces? ¿Nos tientan esas voces?

¿Esas voces acallan la voz del Buen Pastor?

Una cosa es clara, queridos hermanos, no siempre es fácil distinguir la voz del Buen Pastor. Debemos estar atentos a no dejarnos distraer por tantas voces, sino a seguir a Jesús, el Resucitado, como único guía seguro que da sentido a nuestra vida.

Debemos estar seguros también de que el Buen Pastor no nos dejará perdidos, alejados, saldrá a buscarnos. Francisco nos dice que, “…el pastor es tierno, tiene esa ternura de la cercanía, conoce a las ovejas una a una por su nombre y cuida de cada una como si fuera la única, hasta el punto de que cuando llegan a casa, después de un día de trabajo, cansados, se da cuenta de que le falta una, sale a trabar otra vez para buscarle y… la lleva consigo, la lleva sobre sus hombros. Este es el buen pastor, este es Jesús, este es quien nos acompaña en el camino de la vida a todos”

 

Hoy Jesús nos llama por nuestro nombre para ser “pastores”. Nos llama para una misión. Te llama a ti joven para que seas sacerdote, ¿tienes miedo? No tengas miedo. Si escuchas la voz de Jesús, sé valiente, síguelo, Él necesita pastores, necesita sacerdotes para su Iglesia. Me llamó a mí hace muchos años y lo seguí; me llamó luego a ser el pastor de una Iglesia, de esta gran Iglesia de Quito, y lo seguí, no fue fácil, pero aquí estoy junto con ustedes, caminando con ustedes, con las alegrías y las tristezas, trato de ser ese “buen pastor”, que llama, abre la puerta, los conoce, se acerca para sanar heridas.

Te llama a ti y a ti, para la vida matrimonial, los llama a la misión de ser padres y madres de familia, de ser “buenos pastores” para sus hijos. Ustedes deben llamarlos por el nombre, deben conocerlos, deben amarlos, deben ser esa “puerta abierta” para que nadie entre a “robarlos”, a confundir a sus hijos. Ustedes tienen esa misión, no la pueden delegar a nadie.

Sean esos “buenos pastores” en sus casas, queridos padres, nadie, escúchenme bien, nadie puede tomar ese papel. Piensen cuántas veces han delegado esa misión a otros, cuántas veces sus hijos han escuchado otras voces porque no se encontraban allí ustedes para que escuchen sus voces.

Francisco nos invita a sentirnos unidos al Señor por un vínculo especial, como las ovejas a su pastor. Nos invita a no perder la percepción del timbre de su voz, de la voz de Jesús Buen Pastor, que anima y fascina. Hoy necesitamos más escuchar esa voz, saber que Él sigue encendiendo nuestro corazón con su amor y con su esperanza, saber que no estamos solos, sino que Él nos guía, nos conduce, nos lleva hacia nuevos pastos. Confiemos en Él, no dejemos de confiar en Él, Buen Pastor.

En esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, oremos al Señor y a nuestra Madre María, por las vocaciones sacerdotales y a la vida religiosa. ¿Quieres ser sacerdote? ¿Quieres ser religiosa, religioso? ¿Por qué no tú? El Señor te llama muchacho, escucha su voz. ASÍ SEA.