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Caminemos a la luz de las palabras de Jesús

HOMILÍA DEL VI DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Por Mons. Aflredo José Espinoza Mateus, sdb

Los Chillos, 12 de febrero de 2023

Con mucha alegría vuelvo a esta querida Parroquia de San Gabriel de los Chillos, esta vez llego de sorpresa eso sí, como dije desde el primer día que llegué a Quito.

Ustedes son y deben ser siempre “portadores de buenas noticias”, porque el Arcángel Gabriel es eso, portador de una buena noticia. Y hoy el Evangelio nos presenta esa “buena noticia” de Jesús al interpretar la Ley de Moisés, no como un simple cumplir normas, sino que debemos vivirla desde el corazón, desde el amor.

¿Cómo vivían o veían los judíos la Ley de Moisés? En primer lugar, ellos hablaban con orgullo de la Ley de Moisés, era el mejor regalo que habían recibido de Dios. En todas las sinagogas la guardaban con veneración dentro de un cofre depositado en un lugar especial. En esa Ley podían encontrar cuanto necesitaban para ser fieles a Dios.

Me atrevería a decir que la Ley estaba “guardada” en cofres especiales, pero que no estaba guardada realmente en el corazón. Se habían quedado en el “cumplimiento” de la Ley pero no en la actitud de hacer vida la Ley, de llegar al fundamento de la Ley que es el amor y no el cumplimiento.

El Evangelio de hoy está tomado del “Sermón de la Montaña” y trata, como hemos dicho ya, del cumplimiento de la ley: cómo debo cumplir la Ley, cómo hacerlo. El Papa Francisco nos dice al respecto: “Jesús quiere ayudar a sus oyentes a tener un acercamiento justo a las prescripciones de los Mandamientos dados a Moisés, exhortándolos a estar disponibles para Dios que nos educa para la verdadera libertad y responsabilidad a través de la Ley. Se trata de vivirla como un instrumento de libertad.”

Y aquí se nos plantea un verdadero reto, vivir la Ley, vivir los mandamientos, como un instrumento de libertad, que me ayude a ser más libre, que me ayude a no ser esclavo de las pasiones y el pecado.

¿Cómo vivo yo los mandamientos? ¿Cómo vives tú los mandamientos? ¿Somos realmente libres? ¿Somos esclavos de tantas normas? ¿Los cumplimos simplemente, pero hemos perdido de vista el amor? Estas son unas pocas de las muchas que pudiéramos hacernos en esta mañana. Lo importante debe ser el cambiar nuestra manera de ver y de vivir los mandamientos, no como una “Ley”, fría y sin sentido, sino como un “verdadero camino que me conduce al amor”, a Dios y a los hermanos.

Jesús al hacernos hoy el cuestionamiento, busca la voluntad de Dios desde otra experiencia diferente. “Le siente a Dios tratando de abrirse camino entre los hombres para construir con ellos un mundo más justo y fraterno. Esto lo cambia todo. La Ley no es ya lo decisivo para saber qué espera Dios de nosotros. Lo primero es “buscar el Reino de Dios y su justicia”…” (José Antonio Pagola). Él no ha venido a abolir la Ley y los profetas, “sino a dar plenitud. Les aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley”. Y esa plenitud es la que debemos vivir nosotros hoy.

El discurso de Jesús está estructurado en cuatro antítesis, expresadas con la fórmula “Habéis oído que se dijo… pues yo os digo”. Estas antítesis se refieren a otras tantas situaciones de la vida cotidiana: el asesinato, el adulterio, el divorcio y el juramento.

“Jesús no suprime las prescripciones relativas a estas cuestiones, sino que explica su pleno significado e indica el espíritu en el que deben ser observadas. Nos anima a pasar de la observancia formal de la Ley a la observancia sustancial, aceptando la Ley en nuestros corazones, que es el centro de las intenciones, decisiones, palabras y gestos de cada uno de nosotros. Del corazón salen las buenas y las malas acciones” (Francisco).

Les invito hoy a mirar a su interior, miremos hoy nuestro corazón. ¿Cómo está nuestro corazón? ¿Qué guarda tu corazón? ¿Cómo mira tu corazón al que está a tu lado? ¿Qué sale hoy de tu corazón, algo bueno, algo malo?

Pero, sobre todo, les invito a poner “pasión”, a tener un corazón apasionado, un corazón que ama de verdad. Cuando se busca con ese corazón la voluntad del Padre, como la busca Jesús, se va siempre más allá de lo que dicen las leyes.

Aquel que no mata, cumple la Ley, pero, y este pero es importante, si no arranca de su corazón la agresividad hacia su hermano, no se parece a Dios. Francisco nos dice: “Cuando no amamos a nuestro prójimo, nos matamos de alguna manera a nosotros mismos y a los demás, porque el odio, la rivalidad y la división matan la caridad fraternal, que es la base de las relaciones interpersonales” (Francisco).

Y vaya que matamos con nuestra lengua, son muchos los chismes, las murmuraciones, las mentiras, los insultos o las calumnias. También matamos con nuestras miradas, con el odio, con el rencor, con la envidia hacia el otro, hacia lo que tiene el otro. Hay muchas, muchas formas de matar al hermano, aunque podamos decir que “no matamos” porque cumplimos la Ley.

Aquel que no comete adulterio, cumple la Ley, pero si desea egoístamente la esposa de su hermano, no se asemeja a Dios. En él puede reinar la Ley, pero no Dios; es un observante, pero no sabe amar, no sabe respetar a la otra persona, no vive correctamente y no construye un mundo más humano.

Hoy, queridos hermanos, les propongo una manera diferente de vivir, una manera auténtica de vivir los mandamientos. Caminemos a la luz de las palabras de Jesús. El “yo os digo” debemos escucharlo en nuestras vidas. Miren sus vidas, miren si se han quedado en la ley fría, en el mero cumplir por cumplir, miren si han perdido de vista el horizonte del amor. Mirar ese “yo os digo”, no solamente en estas cuatro antítesis que plantea Jesús, mirarlo más allá, en tantas y tantas situaciones diarias de vida, de nuestra vida de cada día.

¿Es fácil vivir los mandamientos de una manera plena, completa? No, no lo es, debo ser sincero con ustedes. “Por eso, Jesús nos ofrece la ayuda de amor: vino al mundo no sólo para cumplir la Ley, sino también para darnos su gracia, para que podamos realizar la voluntad de Dios, amándolo a Él y a nuestros hermanos y hermanas” (Francisco).

Hoy Jesús, les pide, y me pide a mí también, que avancemos en el camino del amor que nos ha indicado y que comienza en el corazón. Éste es el camino que hay que seguir para vivir como cristianos.

Pidamos a María, nuestra buena Madre, que nos ayude a seguir el camino que ha trazado su Hijo, que junto a Ella, caminando con Ella, podamos alcanzar la verdadera alegría y lleguemos a difundir la justicia y la paz por todas partes. ASÍ SEA.