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“Cantaré eternamente las misericordias del Señor”

Homilía en la Posesión Del P. Santiago Molina

Quito, 28 de junio de 2020

Hoy tenemos mucho que agradecer al Señor, por eso, hacemos nuestras las palabras del salmista: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”.

¿Cómo no cantar la misericordia del Señor en la vida de Mons. Luciano Iturralde? ¿Cómo no dar gracias al Señor por su fidelidad de sesenta y cinco años de sacerdocio? ¿Cómo no aclamar al Señor por estos treinta y cinco años de párroco en esta Parroquia el “Señor de los Puentes de Capelo?

Y hoy también damos gracias al Señor por este cambio de timón en esta parroquia. Ha llegado el momento, todo tiene su tiempo bajo el sol, como nos dice la Palabra de Dios.

Ha llegado el tiempo, mi querido Mons. Luciano, te entregar la posta luego de toda una vida de servicio y de fidelidad, de entrega y sacrificio, de una vida sacerdotal íntegra y un amor al ministerio que ha dejado huellas en los fieles y en esta querida Arquidiócesis de Quito.

Y entrega la posta a un joven, al P. Santiago Molina. Pudiéramos decir que no entregaba la posta porque no había nacido quien lo reemplace, y es verdad, porque hace treinta y cinco años usted asumió esta parroquia y en ese entonces no había nacido el P. Santiago, quien tiene actualmente treinta y tres años recién cumplidos.

El Papa Francisco nos dice: “El primer amor jamás se olvida. Y esto vale para los obispos y los sacerdotes, que deben siempre recordar la belleza de su primer encuentro con Jesús. Y deben después ser pastores que siguen paso a paso al Señor, sin preocuparse de cómo acabará su propia vida”.

Este pensamiento del Papa vale tanto para usted, Mons. Luciano como para Santiago. Hace muchos años ya tuvo ese primer encuentro con Jesús, hace muchos años ya tuvo ese sí para siempre, la mirada es larga, una mirada de sesenta y cinco años, pero una mirada llena de fidelidad y de entrega, una mirada que una vida plena en el sacerdocio, que supo darla sin preocuparse nunca de cómo acabaría su propia vida. Y su vida no termina, seguirá prestando un gran servicio como Confesor y uno de los Directores Espirituales del Seminario. Es que la riqueza de su sacerdocio debe transmitirla a las jóvenes generaciones, a los que vienen atrás.

Y para ti también querido Santiago son estas palabras. Tu mirada es más corta, tu sacerdocio es más fresco, más cercano, son cinco años, y debes mirar a ese primer momento, a ese sí definitivo y debes mirar hacia adelante, para entregarte plenamente en la misión. Entrégate de verdad, no midas tiempo, no midas sacrificios, no midas cansancio… como nos dice Francisco, no te preocupes de cómo acabará tu vida, no te preocupes del mañana, es el hoy que debes construir, como párroco de esta bella parroquia y como Director de la Fundación “Brazos abiertos”, porque ésa es también la misión que asumes hoy y las dos misiones debes asumirla con el “corazón abierto” de pastor.

Y Jesús te señala hoy el camino, sus palabras son claras, debes tomar la cruz, debes seguirlo plenamente, debes querer tu misión más que a tu propia familia, debes perder la vida por Él para realmente encontrarla, debes recibir a Cristo al recibir al hermano, debes dar de beber y haciendo todo esto, vas a recibir la recompensa plena al final de tu vida.

Son palabras claras, pero al mismo tiempo desconcertantes, exigentes y comprometedoras. Palabras que nos señalan el camino, que debemos hacerlas vida, si realmente queremos ser discípulos de Jesús.

Te toca hacer vida esa fidelidad al Maestro, te toca llevar a la vida su forma de vida y el contenido de su predicación. ¿Cuál es ese contenido de la predicación que tú y todos nosotros debemos hacer vida?, no es otro que las “Bienaventuranzas”, y Francisco nos insiste en ello: “Es tan fácil la vida cristiana. Jesús es la puerta; Él nos guía en el camino y nosotros conocemos su voz en las Bienaventuranzas, en las obras de misericordia y cuando nos enseña a decir Padre”.

Debes guiar a tu comunidad  para que encuentre el camino, para que llegue a Jesús, a esa puerta que les llevará a la plenitud de la vida. Debes quemar tu vida en el servicio y en la entrega, debes “tomar esa cruz”. 

Hoy tomas una cruz y es una cruz que te exige ser profeta. No te acomodes a los criterios del mundo, todo lo contrario, tu misión es construir el Reino e instaurar los valores del Reino en esta parroquia que te encomiendo hoy.

Proclamar y construir el Reino de Dios es apostar por hacer vida el amor de Dios a los más pobres, a los abandonados de la sociedad, a los que sufren, a los que lloran justicia, a los perseguidos a causa de la verdad. Y ello, traerá siempre un oponerse a al mundo y una resistencia de todos aquellos que tienen poder y privilegios.

El “tomar la cruz” supone asumir en carne propia todos los sufrimientos que causa predicar el Reino de Dios. “Tomar la cruz” trae vergüenza, humillación, dolor, rechazo social, marginación y hasta condena a la muerte. Y muchos profetas, de ayer y de hoy, cuando tomaron la cruz lo vivieron y acabaron dando la vida.

Te pido que como joven sacerdote y párroco que empieza a caminar, tengas una “fe de cruz”, no una fe pasiva, una fe que soporte injusticias y miserias, una fe callada y acomodada, una fe sin compromiso y que da vida ni es portadora de vida.

Tienes la fuerza de tu juventud para llevar adelante esta misión que asumes hoy. No te instales, no te acomodes, no te dejes llevar por la corriente de muchos sacerdotes y de muchos párrocos, no mires a tu parroquia como “buena” o “mala” según lo que da… no, querido Santiago. Mira a tu parroquia y mira una misión, mira a tu parroquia y mira a tus fieles ansiosos de Evangelio, mira a tu parroquia y mira una entrega total, mira a tu parroquia y convéncete a ti mismo que debes “quemar tu vida” para anunciar, salir, para vivir con ternura y cercanía con tus fieles, para asumir actitudes de misericordia, acoger a todos, comprometerte con los más pobres.

Tienes mucho que aprender, tienes mucho que preguntar y mucho que respetar por el camino que te deja Mons. Luciano, pero poco a poco, debes ir poniendo tu creatividad, dejando tus huellas, trabajando en equipo, poniendo “pasión”, sí, Santiago, pon la pasión de tu corazón joven, de tu sacerdocio joven, sé apasionado como párroco y apasionado en la Catequesis.

Eso sí, no dejes nunca de orar, de poner en las manos del Señor y de María toda tu misión. No eres tú el que va a hacer la obra, siempre será la obra del Señor. Ahora mi querido hijo, “toma la cruz” y adelante, sin miedo, sin pensar en cómo acabará tu vida sino en todo lo que puedes dar para hacer el bien. ASÍ SEA.