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"Comunión, participación y misión”

HOMILÍA DEL XXIX DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Quito, 17 de octubre de 2021

 Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Estamos aquí hoy, en esta bella Basílica del Voto Nacional. Desde aquí, bajo la mirada del Corazón de Jesús, iniciamos hoy un camino junto a toda la Iglesia del mundo, iniciamos el “Camino Sinodal”.

El “Camino Sinodal” se abre hoy en esta Arquidiócesis Primada. Es un camino diferente que nos va a poner, como Pueblo de Dios, a reflexionar, orar, escuchar y comprometernos en la “comunión, participación y misión”, las tres palabras claves del Sínodo, que no pueden quedar en palabras, sino que deben hacerse vida.

Y el Evangelio de hoy sirve de marco para el inicio de este camino. Jesús nos señala lo esencial en la Iglesia y para la vida del cristiano. Como nos dice el Papa Francisco, “Para que el día a día “tenga cierto sabor a eternidad”, es importante tener en cuenta lo que dice el Señor: “Quien quiera ser el primero, importante, que sea el último de todos y el servidor de todos”. Quien quiera ser grande, que sirva a los demás, no que se sirva de los demás”.

Jesús va camino de Jerusalén junto con sus discípulos. Va abriendo su corazón y anunciando el destino de dolor que le espera a Él y a los que sigan sus pasos. Sin embargo, ellos van “discutiendo” por ese camino otra cosa totalmente distinta.

Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, se separan del grupo y se acercan a Jesús. No necesitan de los demás, no miran a los demás, es que en ese momento los demás no cuentan para ellos. Y hablando, manifiestan lo que hay en sus corazones: “Maestro, queremos que hagas lo que te vamos a pedir”. ¿Qué es lo que le piden?: “Concédenos sentarnos en tu gloria uno a tu derecha y otro a tu izquierda”. Es decir, buscan los primeros puestos, por eso, los demás no cuentan para ellos.

Su petición no es una súplica sino una ridícula ambición. No han entendido el Proyecto de Jesús. El Señor parece sorprendido: “No saben lo que piden”. Es que no le han entendido nada. Con paciencia grande los invita a que se pregunten si son capaces de compartir su destino de dolor, de “beber el cáliz que yo he de beber, o de bautizarse con el bautismo con que yo me voy a bautizar”.

Los otros discípulos, cuando se enteran de lo que ocurre, se llenan de indignación contra Santiago y Juan. También ellos tienen las mismas aspiraciones. La ambición los divide y enfrenta. La búsqueda de honores y protagonismos interesados rompe siempre la comunión de la comunidad cristiana.

¿Qué buscamos nosotros hoy en la Iglesia? ¿Buscamos los primeros puestos? ¿Qué nos divide hoy como comunidad cristiana, como Pueblo de Dios? ¿Somos sinceros en la búsqueda del Señor? ¿Somos capaces de beber el cáliz y de ser bautizados en el bautismo de Jesús?

Y precisamente esas son las respuestas que debemos responder en este tiempo de preparación, en este “camino sinodal”. Debemos ser esa Iglesia que busca respuestas ante las realidades del mundo de hoy. Debemos ser esos cristianos que buscan servir a los demás. Debemos todos, como Iglesia, Obispos, sacerdotes, religiosos, religiosas, agentes de pastoral, fieles laicos, saber que seguir a Jesús exige sacrificios y hasta el dar la propia vida.

No debemos estar a la búsqueda de honores, debemos buscar hacer vida, en comunión, una misión, la misión de anunciar el Reino de Dios.

Son muchos los caminos que recorreremos para llegar al “camino sinodal”. Vendremos de todas partes, de Chillogallo, de Tumbaco, de Cayambe, de la Arcadia, del Centro Histórico, de la Paz, la Gasca, de Sangolquí, de Tabacundo, de Checa, de San Bartolo, Taboada o de Calderón, es decir, queridos hermanos, toda, toda esta Iglesia que peregrina en Quito en las seis Vicarías, tiene que encontrarse, tiene que escucharse, tiene que dialogar, que revisar su realidad, confrontarse con ella y desde la fe saber responder.

“Estoy seguro de que el Espíritu nos guiará y nos dará la gracia para seguir adelante juntos, para escucharnos recíprocamente y para comenzar un discernimiento en nuestro tiempo, siendo solidarios con las fatigas y deseos de la humanidad” (Francisco).

Este camino sinodal nos va a exigir salir de nuestras estructuras mentales y de nuestras prácticas pastorales. Eso sí, como insiste el Papa Francisco, el Sínodo no es un parlamento ni tampoco un sondeo de opiniones, tomando el Evangelio de hoy, no es tampoco un buscar mejores puestos. “El Sínodo es un momento eclesial y el protagonista del Sínodo es el Espíritu Santo. Si no está el Espíritu, no habrá Sínodo” (Francisco).

Por eso estamos aquí, unidos como Arquidiócesis, para pedir las luces del Espíritu Santo en el inicio de este camino sinodal. Pidamos esa luz del Espíritu y ese caminar con la fuerza del Espíritu.

¿Quiénes van a participar en este camino sinodal? TODOS. Francisco insiste en ello: “¡La participación de todos es un compromiso eclesial irrenunciable! Todos los bautizados, este es el carné de identidad: el Bautismo”.

No será este camino sinodal un mero formalismo, tampoco un intelectualismo que no nos lleva a nada, o un inmovilismo que quiere dejar las cosas como están en la Iglesia.

El gran desafío es el vivir este camino sinodal como una ocasión de encuentro, escucha y reflexión. Hay que encaminarnos todos hacia una Iglesia Sinodal, un lugar abierto, donde todos se sientan en casa y puedan participar. Un momento en que nos podamos escuchar. Escuchar a los hermanos y hermanas acerca de las esperanzas y las crisis de la fe en nuestra vida personal y en nuestras comunidades.

Y creo, tomando las palabras de Jesús hoy, es una gran oportunidad para reafirmar lo auténtico de nuestra vida de cristianos. Ser cristianos es vivir en el compromiso concreto con el prójimo. Sirvamos a los demás.

“Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo. Son los rostros sufrientes, desprotegidos y angustiados a los que Jesús propone mirar e invita concretamente a amar. Amor que se plasma en acciones y decisiones. Amor que se manifiesta en las distintas tareas que como ciudadanos y cristianos estamos llamados a desarrollar” (Francisco).

Son a esas personas de carne y hueso, con su vida, su historia y especialmente con su fragilidad, a las que estamos invitados por Jesús a defender, a cuidar y a servir. “Porque ser cristiano entraña servir la dignidad de sus hermanos y vivir para la dignidad de sus hermanos. Por eso, el cristiano es invitado siempre a dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los frágiles”.

Vivamos la BUENA NUEVA de hoy, la BUENA NUEVA del camino sinodal, buscando ser una Iglesia de servicio, de escucha, de cercanía. “Volvamos siempre al estilo de Dios, el estilo de Dios es cercanía, compasión y ternura” (Francisco).

Que María, nuestra Buena Madre, que salió corriendo a servir, nos acompañe en este camino sinodal, que llena de esperanza el corazón de nuestra Iglesia. ASÍ SEA.