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Creo en ustedes, la Iglesia de Quito confía y cree en ustedes y espera mucho de ustedes

HOMILÍA DEL DOMINGO XVI DEL TIEMPO ORDINARIO

Quito, 18 de julio de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Recordemos el evangelio del domingo anterior, el Señor ha enviado de dos en dos a sus discípulos a evangelizar, a sanar, liberar, curar, ungir.

Son los pastores que se acercan a su pueblo, que llegan a ellos, que tienen una misión y que deben cumplirla con alegría y con total disponibilidad.

Hoy, la primera lectura nos presenta la bella imagen del pastor solícito de su rebaño y también las fuertes palabras de advertencia del profeta: “Ay de los pastores que dispersan y dejan perecer las ovejas de mi rebaño”.

El pueblo de Israel tiene en su mente la imagen del pastor y con esta imagen plasman su fe en un Dios compasivo, inclinado hacia la humanidad y protector de los suyos. No podían concebir una comunidad errante por el desierto, como ovejas sin pastor. Por eso, el profeta habla en nombre de Dios diciéndoles: “Les pondré pastores que las pastoreen, ya no temerán ni se espantarán y ninguna se perderá”.

Yahvé, el Dios justo, encarnaba de este modo las esperanzas de un pueblo olvidado por sus dirigentes. Como buen Pastor, velaría por los derechos e intereses de su rebaño; implantaría la justicia y el derecho del Dios Santo, bondadoso en su misericordia.

El Evangelio de hoy nos describe un momento especial. Regresan los discípulos de su primera experiencia apostólica. Quieren contars a Jesús todo lo que habían vivido, Él los va a escuchar, los invita a un “sitio tranquilo a descansar un poco”.

Quiere escucharles con calma, están cansados luego de esa primera correría evangelizadora y desean compartir su experiencia con el Señor que los ha enviado.

Pero este deseo queda frustrado. La gente descubre su intención y se les adelante corriendo por la orilla. Cuando llegan al lugar, se encuentran con una multitud que venía de todas las aldeas. Y aquí podemos preguntarnos: ¿Cómo reacciona Jesús? Marcos nos da la respuesta: “Al desembarcar, Jesús vio una multitud y sintió compasión de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor y se puso a enseñarles con calma”.

El Papa Francisco al respecto nos dice: “Ver, tener compasión, enseñar, los podemos llamar los verbos del Pastor. En Jesús, el Mesías, se hizo carne la ternura de Dios. Jesús ve, Jesús tiene compasión, Jesús enseña. ¡Qué bello es esto!”.

Lo primero que se destaca es la mirada de Jesús. Los mira detenidamente y se conmueve. No le molesta la gente. Ve con el corazón, su corazón intuye que están desorientados y abandonados.

¿Cómo miramos nosotros? Debemos aprender a mirar como miraba Jesús: captando el sufrimiento, la soledad, el abandono, la desesperanza, la angustia y el dolor de los que están a nuestro lado. ¿Al mirar, qué se despierta en nosotros?

¿Sentimos compasión? ¿Nos duele lo que vemos?

Francisco nos dice que Jesús “mira siempre con los ojos del corazón”. Desde esta mirada se podrá descubrir la necesidad del que está a nuestro lado o del que se acerca a nosotros.

Y aquí la segunda actitud de Jesús: se conmueve profundamente porque ellos “andan como ovejas sin pastor”. Los maestros de la Ley los ven desde sus leyes o desde los mandatos, los tienen abandonados.

El pueblo vive sin que nadie cuide realmente de ellos. No tienen un pastor que los guíe y defienda.

Y Jesús se pone a “enseñar” y lo hace movido por su compasión. “Se pone a enseñarles muchas cosas”. Y lo hace con calma, sin prisas, se dedica pacientemente a enseñarles la Buena Noticia de un Dios cercano, un Dios misericordioso, un Dios compasivo, Un Dios que siente ternura por su pueblo. No lo hace por obligación. No piensa en sí mismo, se conmueve profundamente y les habla de Dios porque ve que ellos necesitan de un pastor.

Queridos jóvenes que hoy se confirman, a ustedes quiero hacerles varias preguntas:

¿Se han sentido abandonados? ¿Quién se preocupa de ustedes? ¿Sienten que la Iglesia está con ustedes? ¿Sienten que sus padres les dan el tiempo necesario, están con ustedes, los acompañan en la realidad de sus vidas? ¿Alguna vez se han sentido como ovejas sin pastor? Y recuerden, los primeros pastores de ustedes son sus padres, luego la Iglesia que tiene la misión y el mandato de acompañarlos, guiarlos, ayudarles a crecer como personas y como cristianos, pero qué difícil nos resulta muchas veces entenderlos y acercarnos a ustedes.

Otra pregunta que quiero hacerles es: ¿Con qué ojos miran ustedes la vida? Recuerden la frase del Papa: “Jesús mira con los ojos del corazón”. Aprendan a ver la vida, su propia vida en primer lugar, con los ojos del corazón. ¿Qué ven en ustedes? ¿Qué futuro ven para ustedes? ¿Qué quieren construir de sus vidas? Sí, jóvenes, ¿qué quieren hacer en la vida? Pero, sobre todo, ¿qué quieren ser en la vida? Y para responder a tantas preguntas deben tener un corazón limpio, un corazón alegre, un corazón lleno de esperanza, un corazón lleno de sueños.

Pero, de manera especial, deben tener a DIOS, no dejen a Dios en sus vidas, no abandonen a Dios porque Él nunca los abandonará. Hoy recibirán la fuera del Espíritu Santo y es esa fuerza de Dios en sus vidas, en sus corazones, que les enseñará a ver la vida diferente y a enfrentarla de manera nueva, de manera auténtica, de manera libre.

Tienen un futuro por delante, tienen que construir sus vidas, háganlo con esa fuerza del Espíritu que hoy reciben y sepan bien que Dios los acompañará, no estarán solos y cuenten conmigo, este Obispo de los jóvenes, que quiere ser su pastor y que quiere caminar con ustedes.

Creo en ustedes, la Iglesia de Quito confía y cree en ustedes y espera mucho de ustedes. Sean esa fuerza joven que debe rejuvenecer esta Iglesia de Quito, pero caminen como jóvenes comprometidos con la vida, comprometidos con su propia vida, comprometidos con los demás. Jóvenes de esperanza que den esperanza, jóvenes alegres que pongan alegría, jóvenes solidarios que construyen un mundo nuevo porque la novedad de Dios está en sus corazones. ASÍ SEA.