¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb
Quito, 08 de abril de 2023
Hemos vivido este Sábado Santo como un día de silencio en la espera de que el grano de trigo enterrado en la tierra dé su fruto abundante. Lo hemos vivido con la esperanza cierta de la Resurrección, ensayando ya los tonos del aleluya de la Pascua.
Ha sido sin duda un día de silencio, pero no un día vacío, sin contenido. Éste es un día lleno de contenido, un contenido redentor, un contenido de vida. Y aquí traigo brevemente una antigua homilía que evocaba el encuentro de Cristo con Adán. Esta homilía hacía referencia que Él, Cristo, el Hijo de Dios, va a librar de sus prisiones y de sus dolores a nuestros primeros padres. Y tomando a Adán de la mano, lo levanta, diciéndole: “Despierta, tú que duermes, levántate de entre los muertos, y Cristo será tu luz. Yo soy tu Dios, que por ti y por todos los que han de nacer de ti me he hecho tu hijo; y ahora te digo que tengo el poder de anunciar a los que están encadenados: Salgan; y a los que se encuentran en las tinieblas: Iluminen sus vidas; y a los que duermen: Levántense… Levántate, salgamos de aquí; el enemigo te sacó del paraíso, yo te coloco no ya en el paraíso sino en el trono celeste. Te prohibí que comieras del árbol de la vida…; yo soy el verdadero árbol, yo, que soy la vida y que estoy unido a ti… El Reino de los Cielos está ya preparado”.
Hoy escuchamos esa voz del Señor que nos dice LEVÁNTATE… Hoy debemos escuchar esa voz del Señor que nos dice YO SOY LA RESURRECCIÓN. Sí, queridos hermanos: ¡CRISTO HA RESUCITADO, ALELUYA!
Esta buena noticia la acabamos de escuchar en el Evangelio. Es la mejor noticia que podemos recibir los hombres y las mujeres de este país, tan desilusionado, tan enfrentado, tan lleno de conflictos sociales, tan sumido en el miedo que causa la violencia, tan inseguro ante tantos crímenes, tan preocupado por la inestabilidad política que estamos viviendo.
Hoy, con gran alegría y profunda fe, proclamamos el TRIUNFO DE JESÚS SOBRE LA MUERTE. Y este grito nuestro de esperanza lo hacemos en este momento de desesperanza, temor y angustia.
Con JESÚS RESUCITADO, ni el mal, ni la injusticia, ni la violencia, ni la muerte, tienen ya la última palabra. Con Jesús Resucitado, la vida no es un enigma sin meta ni salida, porque, conocemos ya, de alguna manera el final. Sabemos que LA MUERTE NO TRIUNFA… TRIUNFA LA VIDA. Miremos la luz de la Resurrección del Señor; dejémonos iluminar por esa luz del Resucitado. Esa luz debe iluminar nuestras vidas y al mundo entero; y nosotros debemos convertirnos en testigos de esa luz y salir corriendo, como las mujeres ante el sepulcro, a anunciar la Buena Nueva de la Resurrección.
No podemos estar temerosos, como los guardias que cuidaban el sepulcro de Cristo. No podemos tener miedo como lo tuvieron las mujeres. Ellas buscaban a Cristo crucificado y recibieron el gran anuncio de la Resurrección: “No está aquí; ha resucitado como había dicho”.
Ellas fueron temprano, al alborear el día para ver el sepulcro, pero tiembla la tierra, baja un ángel del Señor y corrió la piedra. Impresión temor e incertidumbre en ellas, que pronto se convertirá en alegría y anuncio.
El anuncio de la Resurrección las llenas de gran ALEGRÍA, es el primer fruto de la Resurrección. La alegría en nuestras vidas porque el Señor no está muerto, ha resucitado. Y fueron de prisa, llenas de amor al Resucitado. La cruz quedó atrás, el sepulcro quedó atrás, ahora ha triunfado la vida.
Salgamos como ellas, de prisa, a anunciar que la vida de Jesús no ha terminado en una cruz. Como San Pablo, proclamemos que, “La muerte ya no tiene dominio sobre Él, porque al morir, murió al pecado de una vez para siempre; y al resucitar, vive ahora para Dios”.
Salgamos como ellas, de prisa, a comunicar que el camino del Calvario nos ha llevado al camino de la Resurrección, al camino de la ¡Vida!, la Vida verdadera, la Vida Resucitada.
Salgamos como ellas a gritar que, ¡Cristo ha resucitado! Esta es la gran verdad que debemos gritar y comunicar a los demás.
Salgamos como ellas a vivir la alegría de saberlo resucitado. Esta alegría debe marcar nuestra vida, y debe ser una alegría permanente. Una alegría que debemos hacerla vida. Vivamos la alegría de amar, de servir, de encontrarnos con el hermano, de trabajar en favor de la vida porque Cristo está VIVO. No perdamos, a pesar de tanto dolor y temor, de tanta inseguridad y violencia, la alegría de nuestras vidas. Que vivamos esa alegría en casa, en nuestro barrio, en nuestra parroquia, en medio de nuestros amigos, en nuestra ciudad, en nuestro país.
Salgamos como ellas a comunicar el mandato del Señor: “Vayan a comunicar a mis hermanos que vayan a Galilea, allí me verán”.
Los discípulos no habían ido al sepulcro, habían ido las mujeres, María Magdalena y la otra María. Francisco, respecto a los discípulos nos dice: “Su fe se deshizo, todo parecía terminado, derrumbadas las certezas, muertas las esperanzas”. Nos podemos imaginar la gran alegría de ellos ante el anuncio de las mujeres que el Señor estaba vivo.
Y hay un mandato claro: “IR A GALILEA”… allí verán al Señor resucitado. Todo empezó en Galilea. Allí los llamó el Señor y allí deben volver. Es allí donde habían dejado sus redes para ser “pescadores de hombres”.
Francisco nos dice que, “Volver a Galilea quiere decir releer todo a partir de la cruz y de la victoria. Releer todo: la predicación, los milagros, la nueva comunidad, los entusiasmos y desalientos, hasta la negación y traición; releer todo a partir del final, que es un nuevo comienzo, de este acto supremo de amor”.
Quiero terminar con un pensamiento sobre esta búsqueda de Dios. Las mujeres fueron a buscar al Señor al sepulcro, ¿Dónde lo buscamos nosotros? Un autor nos dice: “No busques a Dios como te lo imaginas. No lo encontraras. No busques a Dios donde lo dejaste. No lo encontrarás. No busques a Dios cuando tú quieres. No lo encontrarás. Es inútil madrugar para buscarle. Dios madruga más que tú. Es Él quien te sorprenderá: cuando menos lo esperes, donde menos te lo pensabas y del modo que no te imaginas” (Juan Jáuregui).
Hoy busquemos al Señor Resucitado en nuestra Galilea, en el hermano sufriente ante tantas desgracias naturales, en el pobre y necesitado, en el anciano de nuestra casa, en la mujer víctima de la violencia, en cada hermano de este tiempo y de este lugar. Búscalo Resucitado, y sal a anunciar que Cristo está VIVO, HA RESUCITADO. ¡FELICES PASCUAS DE RESURRECCIÓN! ASÍ SEA.