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¡Dios mío, ilumina nuestras tinieblas!

HOMILÍA EN EL FUNERAL DE FAUSTO RODRIGO BÁEZ CHIRIBOGA

Riobamba, 24 de junio de 2023

Estamos aquí, queridos hermanos, como creyentes, como hombres y mujeres de fe, para anunciar, desde el dolor, ante la partida inesperada de Fausto Rodrigo, nuestra fe en la Resurrección.

Esta Eucaristía no celebra la muerte de Fausto; la muerte no se celebra. Celebramos la Vida, la Vida Eterna de la que participa ahora él junto a sus hermanos Marcelo y Juan José. Como diremos en una oración: “aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en Ti creemos, Señor, no termina, sino que se transforma”.

Esta fe en Cristo Resucitado no nos niega el derecho al llanto. Jesús también lloró ante la tumba de su amigo Lázaro y compartió el luto y el llanto de esa familia. Pero nuestro llanto como familia, como amigos, como creyentes, debe convertirse en semilla de esperanza y de vida.

Estoy aquí junto a ustedes, mis queridos amigos, junto a ustedes Fausto y mi querida Sonita. Estoy junto a usted, Alexandra, su esposa, junto a sus hijos Andrés Fernando, José Daniel, Doménica y Ana Josefina. Es muy difícil de imaginar el dolor que rasga y rompe sus corazones. No hay palabras ante esta dura realidad de la muerte de Fausto Rodrigo, víctima de la violencia y la delincuencia que azota nuestro país y se lleva vidas inocentes; y se ha llevado ahora a un hijo, esposo, padre, hermano, sobrino, primo y tío; se ha llevado a un amigo y se ha llevado al inigualable “número 5” del STAR para jugar el mejor partido, el partido de la Vida Eterna.

La muerte es una experiencia que toca a todas las familias, sin excepción. Forma parte de la vida; sin embargo, cuando toca los afectos familiares, la muerte nunca nos parece natural. Francisco nos dice, y les dice a ustedes, Fausto y Sonia: “Para los padres, vivir más tiempo que sus hijos es algo especialmente desgarrador, que contradice la naturaleza elemental de las relaciones que dan sentido a la familia misma. La pérdida de un hijo es como si se detuviese el tiempo: se abre un abismo que traga el pasado y también el futuro… La muerte afecta y cuando es un hijo afecta profundamente. Toda la familia queda como paralizada, enmudecida”.

Sé que, para todos, pero de manera especial para ustedes, padres, esposa e hijos, el camino de futuro será duro de vivir, porque la muerte de Fausto, y aplico aquí palabras del Papa Francisco, “…es como un agujero negro que se abre en la vida de las familias y al cual no sabemos dar explicaciones algunas. Y a veces se llega incluso a culpar a Dios. Cuánta gente se enfada con Dios, blasfemia: “¿Por qué me quitó el hijo? ¡Dios no está, Dios no existe! ¿Por qué hizo esto?” Pero esa rabia es un poco lo que viene de un corazón con un dolor grande…”

Nos ha dolido a todos la muerte de Fausto Rodrigo, les ha dolido y roto el corazón a ustedes, queridos Fausto y Sonita. Lloran la muerte de su hijo, deben llorarla, no guarden lágrimas, pero no se dejen arrastrar por ese “agujero negro”, no se dejen nunca llevar por el enfado ante Dios. Comprender esta muerte, no la comprendemos, nos rebelamos, tendremos y nos haremos muchas preguntas, que no tendrán respuestas humanas, solamente desde la fe podremos decir: ¡Hágase tu voluntad, Señor! 

La muerte física tiene “cómplices” que son incluso peores que ella, y que se llaman odio, envidia, soberbia, avaricia…”, y hoy llamamos violencia, delincuencia e inseguridad, “…es en definitiva el pecado del mundo que trabaja para la muerte y la hace aún más dolorosa e injusta. Los afectos familiares se presentan como las víctimas predestinadas e inermes de estos poderes auxiliares de la muerte, que acompañan la historia del hombre” (Francisco). No podemos ni debemos acostumbrarnos a una absurda normalidad ante una muerte violenta, nos rebelamos y gritamos pidiendo justicia, gritamos pidiendo seguridad. Que el Señor nos libre de acostumbrarnos a esto. No lo hagamos nunca.

Levantamos nuestra voz, debemos unirnos para que nuestra voz sea escuchada.

¿Qué debemos hacer hoy ante la muerte de Fausto Rodrigo?¿Qué nos pide el Señor hoy a nosotros? Creo que nos pide asumir el AMOR, el amor de un Dios que es Vida, que nos ama, que nos llama a la vida y que nos invita a no perder nunca la esperanza. Francisco nos dice que, “El trabajo del amor de Dios es más fuerte que el trabajo de la muerte”. De ese amor es del que debemos hoy agarrarnos fuertemente, debemos hacernos “obreros”, trabajadores con nuestra fe, porque al final la muerte, “ha sido derrotada en la cruz de Jesús” y Él “nos resucitará en familia a todos”.

Sí, hermanos, desde el dolor y las lágrimas, les invito a trabajar por el amor y por la vida. No caigamos en la “rabia”, en la “venganza”, en el “agujero negro” del sinsentido. Sé que esas actitudes vienen hoy del corazón por un dolor grande e inexplicable como es la muerte de Fausto Rodrigo. Pero ante su muerte, ante tantas preguntas, ante tanto dolor, no debemos dejar de creer en un Dios de la Vida y de la Esperanza y no debemos dejar de poner nuestra esperanza en Jesús Resucitado

Francisco afirma que, “La oscuridad de la muerte va afrontada con un intenso trabajo de amor”. Hoy es el tiempo de vencer esa oscuridad de la muerte con la luz del amor, de la esperanza y de la Vida, de la Vida Nueva de Fausto Rodrigo, de Marcelo y Juan José.

Miremos la cruz de Cristo, miremos su vida entregada por salvarnos. En esa mirada, hoy, y tantas familias en otros momentos, demuestran, con los hechos, que la muerte no tiene la última palabra y esto es un verdadero acto de fe. “Todas las veces que la familia en el luto, incluso terrible, encuentra la fuerza para custodiar la fe y el amor que nos unen a aquellos que amamos, impide a la muerte, ya ahora, que se tome todo. La oscuridad de la muerte debe ser afrontada con un trabajo de amor más intenso” (Francisco).

Digamos hoy todos: “¡Dios mío, ilumina nuestras tinieblas!”. Sí, que Dios ilumine este momento de tinieblas e ilumine las tinieblas de Fausto y Sonita, de su esposa e hijos. Que la luz de la Resurrección del Señor, que no abandona a ninguno, nos ilumine y nos ayude a decir con profunda fe: “¿Dónde está muerte tu victoria?

¿Dónde está muerte tu aguijón?”. Que la luz de la Resurrección ilumine nuestro corazón para que no caigamos en el vacío más oscuro de la desesperanza y del sin sentido de la muerte.

Miremos a María Auxiliadora, la Virgen de los “tiempos difíciles”. La Virgen de Don Bosco ante la que oró Fausto Rodrigo y la que hoy debe ser el amparo y la protección de todos, especialmente de ustedes, queridos amigos del alma. ASÍ SEA.