Skip to main content

El amor entre el hombre y la mujer, es un buen camino para vivir el Evangelio

Homilía en las Bodas de Oro de Alfredo Aguirre y Susana Insua de Aguirre

Quito, 23 de mayo de 2020

  • El Papa Francisco muchas veces nos ha invitado a “volver al primer amor”, volver a aquel día en que dijimos sí al Señor, sea en la vida sacerdotal y religiosa, como también en la vida matrimonial.
  • Y hoy, a ustedes, Alfredo y Susana, que celebran con alegría sus BODAS DE ORO MATRIMONIALES, les invito a mirar hacia atrás, a volver a ese primer amor, a ese momento en que con la ilusión de su juventud se dijeron un sí el uno al otro e hicieron ante el Señor esa promesa de fidelidad y de compartir la vida juntos.
  • Son muchos años recorridos, CINCUENTA, se dice fácil y rápido, pero vivirlos no lo ha sido. ¿Qué ha pasado en estos cincuenta años? ¿Cómo los han vivido? ¿Qué dificultades han tenido? ¿Qué alegrías han llenado su corazón? Las respuestas no las tengo yo, las tienen ustedes y las guardan celosamente en su corazón.
  • Está la alegría de sus hijos y de sus nietos, está la alegría de un hogar construido, está la alegría de la salud, está la alegría de todos los dones materiales que han podido ir logrando gracias a su esfuerzo y gracias a Dios, está, sobre todo, la alegría de haber sido fiel a ese sí dicho precisamente hoy hace 50 años.
  • Siempre digo que celebrar es “mirar atrás”, pero es también “mirar hacia adelante”. Mirar atrás al momento en que empezaron a caminar juntos, porque eso es el matrimonio, un “caminar juntos”, como nos dice Francisco, un caminar tomados de la mano, pero de la mano de Jesús. Y en estos años han caminado juntos, tomados de la mano como signo de amor, pero tomados de la mano del Señor porque es su amor, el amor de Dios, el que les ha dado fortaleza.
  • Pero, como decía, celebrar es también un “mirar hacia adelante”, porque hay camino por recorrer, hay que seguir dando ese sí cada día, hay que seguir siendo fiel y seguir amándose. Solamente Dios sabe el tiempo, y esperamos todos que sea mucho tiempo el que tengan para amarse.
  • El Evangelio que hemos proclamado, nos presenta a Jesús invitado a una boda, como lo ha sido por cincuenta años al hogar de ustedes, a la familia de ustedes, queridos Alfredo y Susana.
  • María, la Madre, hace notar al Hijo que falta el vino, y Jesús, después de responderle que su hora no ha llegado todavía, acoge sin embargo su solicitud y dona a los esposos el vino más bueno de toda la fiesta.
  • En el milagro cumplido en Caná, podemos percibir un acto de benevolencia de parte de Jesús hacia los esposos, un signo de la bendición de Dios sobre el matrimonio.
  • El amor entre el hombre y la mujer, es un buen camino para vivir el Evangelio, es decir, para encaminarse con alegría por la senda de la santidad. Nos lo recuerda el Papa Francisco en su último llamado a la santidad: “¿Estás casado? Sé santo amando y ocupándote de tu marido o de tu esposa, como Cristo lo hizo con la Iglesia”. Estos cincuenta años han sido para ustedes un camino de santidad en el amor, porque se han amado y han amado al Señor al que lo han buscado y Él siempre los ha buscado a ustedes.
  • Todo cristiano debe hacer suya la preocupación de María, convertida en súplica a Jesús: “No tienen vino”, pero la deben hacer de manera especial los esposos en su vida matrimonial. Como María, los esposos deben estar atentos al “vino que falta en su amor”, al “vino que puede faltar un día en sus hogares, en sus familias.
  • Quizás alguna vez ustedes, Alfredo y Susana, se dieron cuenta de que el “vino” se estaba acabando, y supieron pedir al Señor, como María, que no les falte el vino y supieron llenar sus vidas de agua para que el Señor vuelva a hacer el milagro en la vida de ustedes, en su matrimonio.
  • Como nos dijo Francisco: “El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nuestros adolescentes y jóvenes perciben que en sus casas hace rato que ya no lo hay. Cuánta mujer sola y entristecida se pregunta cuándo el amor se fue, cuándo el amor se escurrió de su vida. Cuántos ancianos se sienten dejados fuera de la fiesta de sus familias, arrinconados y ya sin beber del amor cotidiano de sus hijos, de sus nietos, de sus bisnietos”.
  • Como María, que todo matrimonio, cuando se percate de que les puede estar faltando el vino del amor en su vida matrimonial, acudan a Jesùs, vayan a buscarlo a Él, oren a Él, para que sea Él quien convierta esa posible agua de la frialdad, de la indiferencia, del egoísmo, de la soledad, de la falta de diálogo, de la rutina, de la costumbre, en el vino del amor profundo y haga nuevamente el milagro en sus vidas.
  • Jesús hace el milagro con lo que hay, con el agua para la purificación. El Señor hará cada día el milagro del amor de ustedes, Alfredo y Susana, con sus vidas, con lo que son ustedes y con lo que tienen en su corazón.
  • Desde esas tinajas de purificación, es decir, del lugar donde todos habían dejado su pecado, nace ese vino tan bueno. Desde nuestros defectos, desde nuestras necedades, desde nuestras angustias y problemas, tiene que brotar siempre el vino nuevo del profundo amor. Lo será en la vida de ustedes, Alfredo y Susana, en la vida de todos los esposos y en la vida de todo cristiano, porque todos estamos llamados a ser “milagro de amor”.
  • Francisco en Guayaquil nos dio esa buena noticia de que “el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, profundo y bello para la familia está por venir”.
  • Es que, a pesar de los tiempos que vivimos, no podemos perder la esperanza de ese vino que está por venir. Ustedes Alfredo y Susana, como todos los esposos, están invitados a beber ese mejor vino.
  • Está por venir el vino de la esperanza, porque debemos arriesgarnos al amor para siempre. Está por venir el vino del amor comprensivo y servicial.
  • Está por venir el vino el amor que no se engríe, que no presume, que no es mal educado ni egoísta, que no se irrita y no lleva cuenta del mal.
  • Está por venir el vino del amor que no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad.
  • Está por venir el vino del amor que sabe disculpar sin límites, que sabe creer en el otro sin límites, que sabe esperar del otro sin límites, y que sabe “aguantar” sin límites. Está por venir para ustedes, el vino del amor que no pasa nunca.
  • Arriesguémonos, sigamos arriesgándonos a amar de verdad. Y que María, nuestra buena Madre, nos haga siempre el milagro del amor y nos lleve a su Hijo Jesús. ASÍ SEA.