Skip to main content

"El mejor de los vinos está por venir"

Misa de Vísperas en honor a la Virgen de El Quinche

El Quinche, 20 de noviembre de 2021

Por Mons. David de la Torre, ss.cc

Queridos Hermanos y hermanas,

Un año más la peregrinación multitudinaria que representa la caminata a este Santuario no se ha podido realizar. El frío y la neblina de esta noche siguen teniendo un dejo de nostalgia y de tristeza.  Nos sigue faltando la voz de los peregrinos, la oración silenciosa de la madre que peregrina a este santuario para encomendar a su hijo que busca trabajo; el canto de la joven pareja que viene a encomendar su segundo embarazo, luego de que el primero no llegó a buen término; la plegaria de tantos que como yo, hemos perdido a nuestros seres queridos en este 2021 a causa de esta pandemia y que imploramos para ellos el perdón y la misericordia de Dios; la súplica de quiénes vemos con desgarro cómo la violencia gana no solo las cárceles, sino las calles, las plazas de nuestro Ecuador, incluso nuestros propios hogares…

Sí, hermanos, María, nuestra Madre, reina del Quinche, espera a sus hijos. Te espera a ti!

Hemos escuchado el relato de las bodas de Caná. Las bodas de Caná se repiten con cada generación, con cada familia, con cada sociedad en nuestros intentos por hacer que nuestro corazón encuentre amores duraderos,  amores fecundos y amores alegres.

Hoy como ayer, estamos todos invitados a la alegría y a la fiesta del amor compartido, de un amor que exige que miremos juntos en la misma dirección y no, que nos quedemos extasiados de vernos el uno al otro, sin proyectos, sin tareas, sin mañana, sin los otros. Mientras la sociedad se desangra y se desmorona. 

Dice el texto, que la madre de Jesús estaba allí.  
Faltó el vino. De pronto la alegría se ve amenazada. La fiesta no podía continuar. Lo planeado se derrumba.

María está atenta. No se encierra en sí misma, no se enfrasca en su mundo, su amor la hace «ser para» los otros, tampoco busca a las amigas para comentar lo que está pasando y criticar, la mala preparación de las bodas. El vino es signo de alegría, de amor, de abundancia. Cuántos de nosotros percibimos que en nuestro país hace rato que ya no hay de ese vino. Cuántos de nuestros hermanos se sienten dejados fuera de la fiesta a causa de la falta de trabajo, de las enfermedades, de la violencia, de la corrupción, del hambre, de la miseria, del imperio de las mafias y del narcotráfico … Ya no hay vino porque se lo robaron, porque lo escondieron, porque se lo bebieron unos cuantos, porque lo compraron con sobreprecio, porque aprobaron leyes para garantizar su impunidad…

¿Cómo es posible reír mientras la violencia asesina ha venido a silenciar la música y a detener la fiesta? Imaginen terminar una fiesta de bodas bebiendo agua; sería una vergüenza. La vergüenza de un país donde la vida ya no vale nada.

María interviene. Rompe los protocolos y los prejuicios. Al fin y al cabo, es la Madre, y ¡cuándo se ha visto que una Madre tenga vergüenza de defender a sus hijos, tenga recelo de ir en auxilio de sus hijos!

La clave de esta historia, de nuestra historia, está en la orden de la Madre a los sirvientes: —«Hagan lo que él les diga». Sin ese acto de obediencia a la Palabra, a Dios, la humanidad estará sometida a la sin razón de las ideologías que tarde o temprano dejan de servir al hombre para servirse a sí mismas, en una espiral asesina que no es ni de derecha, ni de izquierda … los ejemplos sobran hoy en nuestra América Latina.

María, la que supo «transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura» (Evangelii gaudium, 286) y nos recibió como hijos cuando una espada le atravesaba el corazón, a su Hijo, Ella nos enseña a poner el presente y el futuro de nuestro país en manos de Dios; nos enseña a rezar, encendiendo la esperanza que nos indica que nuestras preocupaciones también son preocupaciones de Dios.

Y la oración nos pone siempre en el camino del servicio, ese es el criterio del verdadero amor. El que ama sirve, se pone al servicio de los demás. Y esto se aprende especialmente en la familia, donde nos hacemos, por amor, servidores unos de otros. Si queremos erradicar la violencia que gangrena nuestra sociedad tenemos que defender la familia. Toda política pública que no defienda, promueva y sostenga la familia está destinada al fracaso. Y eso comienza garantizando la vida, toda vida. Las leyes que legalizan la muerte de los más indefensos y de los sin voz terminan siempre sembrando muerte por doquier.

La familia es el hospital más cercano, cuando uno está enfermo lo cuidan ahí mientras se puede, la familia es la primera escuela de los niños, es el grupo de referencia imprescindible para los jóvenes, es el mejor asilo para los ancianos. La familia constituye la gran «riqueza social», que otras instituciones no pueden sustituir, que debe ser ayudada y potenciada, para no perder nunca el justo sentido de los servicios que la sociedad presta a sus ciudadanos. En efecto, estos servicios no son una forma de limosna, sino una verdadera «deuda social» respecto a la institución familiar, que es la base y la que tanto aporta al bien común de todos (Papa Francisco).

Es curioso, ese “hagan lo que Él les diga”: son las últimas palabras de María reportadas en los Evangelio: son la herencia que nos entrega a todos nosotros.

Toda esta historia comenzó porque «no tenían vino», y todo se pudo hacer porque una mujer –la Virgen– estuvo atenta, supo poner en manos de Dios sus preocupaciones, y actuó con sensatez y coraje. Pero hay un detalle que no es menor: bebieron el mejor de los vinos. Y esa es la buena noticia: el mejor de los vinos está por ser tomado, lo más lindo, lo más profundo y lo más bello para nuestra sociedad está por venir. Me encanta imaginar esas 6 tinajas de piedra llenas de vino. La cara del mayordomo que nunca había probado un vino de tan excelente calidad.

Está por venir el tiempo donde disfrutaremos el amor cotidiano, donde nuestros hijos podrán sentirse esperados y amados, y los mayores podrán contar sus historias rodeados de sus seres queridos. El mejor de los vinos está por venir, aunque todos los datos, estadísticas y análisis digan lo contrario; el mejor vino está por venir en aquellos que hoy ven derrumbarse todo.

Dios siempre se acerca a los que se han quedado sin vino, los que sólo tienen para beber desalientos y tragos amargos; Jesús derrocha el mejor de los vinos con aquellos que sienten que todas sus tinajas están rotas.

Como María nos invita, hagamos «lo que el Señor nos diga», lo que Él nos diga, y que ese vino nuevo, el mejor, nos haga recuperar el gozo de ser hermanos, el gozo de ser ecuatorianos, el gozo de vivir en esta tierra, el gozo de vivir en paz, libres de toda violencia.

Así, hoy en este Santuario como ayer en Caná de Galilea la gloria del Señor se manifestará, y la fe de nosotros sus discípulos encenderá el mundo, una vez más. Amén.