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¿Estamos llamados a la santidad?

Homilía en la Fiesta de Santa Mariana se Jesús

Quito, 26 de mayo de 2020

  • Celebramos hoy a Santa Mariana de Jesús, la Azucena de Quito, Patrona de nuestra gran ciudad. Una celebración olvidada durante muchos años y que hoy, en este tiempo de pandemia y de crisis, queremos, como Arquidiócesis, retomar este año y los posteriores.
  • Hay que celebrar a los santos, no como un “pasado” que ya no dice nada, sino como un presente que nos habla y nos desafía para este hoy de la historia que nos toca vivir.
  • Los santos son TESTIMONIOS VIVOS que siguen hablando hoy y contagiando su misma vida vivida desde Dios a todos nosotros. Nos dicen algo y, debemos saber escuchar su mensaje de eternidad y de felicidad. Ellos son, sin duda alguna, un GRAN REGALO DE DIOS. Y Mariana de Jesús fue ese regalo de Dios para esta ciudad y para nuestro país.
  • Mariana de Jesús constituye un VERDADERO MODELO DE SANTIDAD, de VIDA ENTREGADA AL SEÑOR, de SACRIFICIO y de RENUNCIA. Es una palabra para cada uno de nosotros, de manera especial para quienes siguen sus pasos más de cerca.
  • Su vida, es una vida corta, 27 años, pero es una vida larga pues su espíritu llega hasta nosotros hoy. Y esta es una realidad de los santos. No mueren, siguen vivos, presentes y hablándonos a cada uno de nosotros. ¿Sabemos escuchar esa voz de los santos? ¿Qué nos dice Mariana de Jesús hoy a nosotros? ¿Qué nos dicen en este tiempo de crisis, sus sacrificios, la entrega de su vida, su dolor y sufrimientos buscando el bien de los otros?
  • Mariana de Jesús, convertida en “víctima” propiciatoria para salvar a la ciudad, y a aquí muy claro, “la ciudad” de Quito, de terremotos y desastres, concebidos en esa época como castigos divinos frente al pecado de los hombres, no dudó en escoger el camino de la oración, la mortificación, la humildad y la obediencia.
  • Cuando los terremotos asolaban la Presidencia de Quito, un sacerdote de la Iglesia de la Compañía de Jesús ofreció su vida durante el sermón, a lo que Mariana respondió ofreciendo la propia en su lugar. Aquella misma mañana al salir del templo ella manifestó que comenzó a sentirse enferma, hecho que coincidió con el cese de los movimientos telúricos de acuerdo a la crónica de la época.
  • Y hoy, ¿cuántos han ofrecido su vida en el servicio, en la misión de curar, atender y servir a los demás en este tiempo de pandemia? Muchos en verdad, y podemos decir, como nos dice Francisco, que son los santos de hoy, son los héroes anónimos, pero que han dado su vida como la dio Cristo por todos nosotros, la dieron por amor.
  • Pero lo que más llama la atención en Mariana de Jesús y sobrecoge, es la forma en que castigó su cuerpo y lo sometió al más cruento de los martirios. A la falta de sueño y alimento se sumaron azotes, cardos de espinos y cilicios de todo tipo, unidos a “crucifixiones”, largas horas de meditación y oración de rodillas o en cruz. Esto responde a un tiempo y a una visión cristiana. Era un rechazo al cuerpo en vista de un perfeccionamiento cristiano.
  • Fue un camino de santidad escogido por Mariana de Jesús. Sin duda no será el camino que hoy escojamos, pero podemos señalar elementos vigentes como es el de la oración, la mortificación, el sacrificio y la entrega.
  • Y nosotros, ¿estamos llamados a la santidad? Sí, todos estamos llamados a la santidad. Nos lo recuerda Francisco: “Muchas veces tenemos la tentación de pensar que la santidad está reservada solo a quienes tienen la posibilidad de tomar distancia de las ocupaciones ordinarias, para dedicar mucho tiempo a la oración. No es así. Todos estamos llamados a ser santos viviendo en amor y ofreciendo el propio testimonio en las ocupaciones de cada día, allí donde cada uno se encuentre…”
  • Y hoy estamos llamados a la santidad en el servicio concreto al hermano, en la atención al enfermo por el Covid19, en el gastar tiempo por el anciano, en el socorrer al que está sin trabajo y no tiene cómo llevar el pan a su casa. Hoy más que nunca, estamos llamados a la santidad del amor, porque la santidad nace desde el amor a Dios y se hace entrega al hermano manifestada en tantos signos de amor.
  • Y una santidad de la alegría, porque como cristianos estamos llamados a la alegría, como nos invita San Pablo: “Alégrense siempre en el Señor”. Y estar alegres a pesar de las tribulaciones, estar alegres en todo momento y una alegría que nos da paz y nos lleva a actuar, no es una alegría estéril, es una alegría de acción, de entrega en amor.
  • Dios supo revelar a esta mujer sencilla, laica, consagrada a servir al Señor en los más pobres, lo que estaba oculto a los sabios y entendidos. Y Mariana de Jesús supo encontrar al Señor en la oración y en la entrega a los demás. Supo buscar ese “alivio” en el corazón de Dios y supo aprender del crucificado, al abrazar la cruz, el camino de mansedumbre y la humildad de corazón.
  • Estamos llamados, como Mariana de Jesús, a una santidad de encuentro con el amor de Cristo crucificado y de entrega de la vida en favor de los demás. Ella nos compromete hoy, sobre todo hoy, a ser santos, los “santos de la puerta de al lado”, como nos dice Francisco, los santos que debemos reflejar a Dios, pues la santidad es eso, un “reflejo de la presencia de Dios” en nuestras vidas.
  • En este tiempo de crisis, reflejemos a un Dios que ama, un Dios que sirve, un Dios que se inclina en favor del hermano, un Dios que extiende su mano en favor del necesitado, un Dios que se ofrece por el bien de todos, para dar vida a todos. ¿Reflejamos a Dios en nuestras vidas? Cada uno tiene la respuesta. Mariana de Jesús, dio su respuesta. A nosotros nos toca comenzar a darla haciéndonos santos en este tiempo de pandemia.
  • Y en este día, en que como Arquidiócesis de Quito hemos “vuelto a casa con responsabilidad” abriendo las puertas de nuestros templos, pongo en el corazón de la Azucena de Quito, Mariana de Jesús, a los sacerdotes y a los fieles, a todos, para que este proceso sea asumido con gran responsabilidad y con profunda fe.
  • Hemos vuelto a casa, una casa que habíamos cerrado por más de dos meses, decisión dura, pero necesaria buscando el bien de todos y cuidando la vida de todos. Hoy se han abierto las puertas, pasarán muchos días para poder volver a celebrar la Eucaristía, esto debe ser así, pero hoy podemos llegar a orar y encontrarnos con un Dios que está “allí”, esperándonos para escucharnos y consolarnos.
  • Santa Marianita de Jesús, como la llamamos con cariño, nuestra primera santa ecuatoriana, nos acompañe en este proceso que estamos iniciando. A ella le pedimos que cese esta pandemia para que podamos volver, poco a poco, a una nueva normalidad.
  • Francisco nos dice que “La santidad se mide por la estatura que Cristo alcanza en nosotros, por el grado como, con la fuerza del Espíritu Santo, modelamos toda nuestra vida según la suya”. Mariana de Jesús tuvo esa gran estatura en Cristo, moldeó su vida plenamente a Cristo y se entregó en amor pleno. Ella fue y es, un gran regalo para todos nosotros, para Quito en su tiempo y para todo el Ecuador hoy. ASÍ SEA.