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Hoy se nos pide “Escuchar a Jesús”.

HOMILÍA DEL II DOMINGO DE CUARESMA

Quito, 28 de febrero de 2021

Con alegría celebro en esta Parroquia de San Carlos de Alangasí a la que llego en este SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA.

Vamos avanzando en el camino de Cuaresma, estamos ya en el segundo domingo. El Evangelio nos narra la “Transfiguración de Jesús”.

Jesús ha revelado a sus discípulos que en Jerusalén iba a “sufrir mucho, a ser rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y los escribas, asesinado y, tres días después resucitar”.

Este anuncio de la Pasión y Resurrección, pone en crisis a Pedro y a todo el grupo de los discípulos. Ellos no aceptaban la idea de que Jesús pudiera ser rechazado por los jefes del pueblo y fuera asesinado.

¿Qué esperaban ellos de Jesús? Francisco nos responde: “Ellos esperaban a un Mesías poderoso y dominador. En cambio, Jesús se presenta como un humilde y manso siervo de Dios y de los hombres, que iba a dar su vida en sacrificio, avanzando por el camino de la persecución, del sufrimiento y de la muerte”

¿Qué esperamos nosotros hoy de Jesús? ¿Qué esperan muchos cristianos? ¿Podemos seguir a un Maestro y Mesías cuya vida terrenal termina así, en una cruz? ¿Queremos ver solamente a un Cristo triunfante? ¿Aceptamos la cruz como paso a la verdadera vida, a la Resurrección?

La respuesta está en la Transfiguración, “que se coloca en el ápice del ministerio público de Jesús” (Francisco). Jesús va caminando hacia Jerusalén, allí se cumplirán las profecías del “Siervo de Dios”. Las multitudes no entienden esto, quieren un Mesías triunfante y no aceptan un Mesías sufriente. Lo han abandonado pues no es el liberador de los romanos que esperaban, y esta perspectiva de Jesús no les gusta y lo dejan.

“También los apóstoles no entienden las palabras con las cuales Jesús anuncia la finalidad de su misión en la pasión gloriosa, no entienden. Jesús entonces toma la decisión de mostrarles a Pedro, Santiago y Juan, una anticipación de su gloria. La que tendrá después de la Resurrección, para confirmarlos en la fe y animarlos a seguir en la vía de la prueba, en la vía de la cruz” (Francisco).

Es otro monte, está inmerso el momento en la oración. Ahí se transfigura delante de ellos. Su rostro y toda su persona irradian una luz fulgurante. Los tres discípulos están asustados, mientras una nube blanca los envuelve y resuena una voz desde lo alto, como en el bautismo en el Jordán: “Este es mi Hijo, el amado: escúchenlo”.

¡ESCUCHAR! ¿Sabemos escuchar? Cada vez tenemos menos tiempo para escuchar, hemos perdido la capacidad de escucha. Vivimos de prisa y eso nos lleva a no saber escuchar el mensaje que el otro nos quiere comunicar. Estamos encerrados en nuestros propios problemas, nuestro mundo, pasamos junto a las personas, o vivimos con ellas, y no nos detenemos a escucharlas. No escuchamos realmente a nadie, se nos está olvidando el arte de escuchar, y es eso, un arte.

Francisco nos habla de una “cultura de la escucha”, escuchar al hermano, escuchar al que está cerca de mí, escuchar lo que el otro me quiere decir.

Y como creyentes nos hemos también olvidado de escuchar lo que el Señor nos quiere decir. Ser creyente es vivir escuchando a Jesús, Más aún. Sólo desde esta escucha nace la verdadera fe cristiana.

Para escuchar al otro, para escuchar a Jesús, debemos salir de nuestros esquemas, debemos detenernos, debemos hacer un alto y ponernos en actitud de escucha. ¿Qué me quiere decir el otro? ¿Qué me quiere decir el Señor? ¿Esto que me dice, a qué me compromete? ¿Qué me pide en concreto la otra persona? ¿Qué me pide el Señor hoy en mi vida?

Lo que el Señor te pide es un cambio de vida, un mirar a tu interior, un darte cuenta del camino muchas veces alejado de Dios y de los demás, camino que debes rectificar. Te pide mayor paciencia, comprensión, servicio, solidaridad, generosidad, entrega, y también, mayor escucha.

Que el esposo escuche a la esposa, que la esposa escuche al esposo, que los padres escuchen a sus hijos… escúchenlos, tienen algo que decirles, den tiempo para escucharlos. Que los hijos escuchen a sus padres, que los amigos escuchen a sus amigos, que el sacerdote escuche a sus fieles y que los fieles escuchen a sus sacerdotes… ahí está el compromiso… Escuchar.

Hoy se nos pide “Escuchar a Jesús”. Escuchar a quien es la Verdad. Escuchar su mensaje. Falta en nuestras comunidades la escucha fiel a Jesús. Escucharle a Él nos puede curar de nuestra indiferencia, de nuestras cegueras que nos impiden ver el sufrimiento del otro, nos puede liberar de desalientos y cobardías, nos devuelve la esperanza frente a la crisis de la pandemia que vivimos, y sobre todo, nos infundirá un nuevo vigor a nuestra fe, y ser así testigos auténticos ante los demás.

Francisco nos dice: “La voz de orden para los discípulos y para nosotros es esta: “Escúchenlo”. Escuchen a Jesús. Es Él el Salvador. Seguidlo. Escuchar a Cristo, de hecho, comporta asumir la lógica de su misterio pascual, ponerse en camino con él, para hacer de la propia existencia un don de amor a los otros, en dócil obediencia con la voluntad de Dios, con una actitud de separación de las cosas mundanas y de libertad interior. Es necesario, en otras palabras, estar prontos a “perder la propia vida”, donándola para que todos los hombres sean salvados y para nos reencontremos en la felicidad eterna”

Subamos, cada uno de nosotros, junto con Pedro, Santiago y Juan, al monte de la Transfiguración, contemplemos el rostro de Jesús, para recoger el mensaje y aplicarlo en nuestras vidas. Solamente así, contemplando a Jesús y escuchándolo, nosotros seremos transfigurados por el amor.

“En realidad, el amor es capaz de transfigurar todo, el amor transfigura todo. ¿Creemos en esto?... ¿Creen que el amor transfigura todo?” (Francisco). Este es el verdadero desafío y el mensaje de la Transfiguración del Señor, dejarnos transfigurar por el amor y transfigurar todo desde el amor. Que la Virgen María nos sostenga en este camino que nos lleva hacia su Hijo Transfigurado. ASÍ SEA.