La mujer es fuente de vida
El Quinche, 01 de enero de 2022
Iniciamos un nuevo año y lo iniciamos en primer lugar dando gracias a Dios por el regalo de la vida. Dios nos sigue regalando la vida a pesar de la pandemia que estamos atravesando. Muchos han muerto, muchos seres queridos, familiares y amigos, sacerdotes de esta Arquidiócesis también, han muerto a causa de este terrible mal.
Hoy lo iniciamos, como hombres y mujeres de fe, poniéndolo en las manos del Señor, en este día que la Iglesia celebra a María como Madre de Dios. Y estoy aquí, en este Santuario de Nuestra Señora de la Presentación de El Quinche, nuestra patrona de la Arquidiócesis de Quito. Quiero iniciar este año a los pies de Ella y poner bajo su manto a todos los sacerdotes, religiosos, religiosas y fieles. Que Ella sea la Madre que nos acompañe en el camino de cada día.
Lo iniciamos con la bendición, la protección de Dios y su mirada de benevolencia, así como su regalo de paz para cada uno de nosotros.
La bendición es el signo de todo don gratuito que viene de Dios porque es bueno y porque nos ama. Y DIOS NOS AMA. Su protección es el cuidado que tiene para con los que ama. Hacer resplandecer su rostro es mostrarse más cercano, próximo como luz que ilumina y orienta en el camino.
Finalmente, que el Señor nos conceda su paz es la máxima petición que se puede hacer a Dios o que se le puede desear a un hermano. La paz es el conjunto de todos los bienes deseables para uno y para los demás.
Al comenzar este año 2022 pudiéramos preguntarnos a quién ponemos en el centro del mismo y de nuestras vidas. Francisco nos hace una invitación concreta: “Debemos descubrir la presencia de Jesús que “ha puesto su tienda” en mitad del mundo”.
Además, nos dice, “Somos nosotros los que debemos pedir a Dios la gracia de unos ojos nuevos, capaces de una mirada contemplativa, es decir, una mirada de fe que descubre a Dios que habita en sus casas, en sus calles, en sus plazas. Como experimentaron los profetas: “Él habita en medio de su pueblo, camina con ellos y vive su vida. Su fidelidad es concreta, está cerca de la existencia cotidiana de sus hijos”, no debemos olvidarnos”.
Yo me atrevería a añadir, a las palabras del Santo Padre, que también debemos pedir la gracia de “un corazón nuevo”. Con estas dos gracias deberíamos comenzar el nuevo año para que sea “nuevo” de verdad.
Saber ver con el corazón es saber ver al otro desde la cercanía, porque Dios es un Dios cercano. Es saber compadecerse del otro, acercarse al otro, sentirnos responsables del bien del otro, siendo ca paces de abrir la smanos y servir de verdad al que está en necesidad.
El Evangelio nos dice lo que los pastores encontraron en Belén: “… a María, a José y al niño, recostado en el pesebre”. Son hombres sencillos que quedan maravillados de lo que ven, se dejan “maravillar” por el misterio de Dios. Francisco nos dice: “A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro…”
Hoy, contemplemos el pesebre, volvamos a ver “a María, a José y al niño recostado en el pesebre”. Maravillémonos con lo que vemos y demos gracias por el gran amor que Dios ha tenido con nosotros. Pero, regresemos y comuniquemos a los demás lo que hemos contemplado, seamos testigos de esa salvación, el mundo necesita de testigos alegres de la Buena Nueva.
En esta Solemnidad de Santa María Madre de Dios, dirijamos especialmente nuestra mirada a María y admirémonos con la imagen de María como Madre. Recordemos “que Jesús no apareció en el mundo como adulto, sino como nos ha dicho el Evangelio, fue “concebido” en el vientre: allí hizo suya nuestra humanidad, día tras día, mes tras mes…. En el vientre de una mujer, Dios y la humanidad se unieron para no separarse nunca más…” (Francisco).
Francisco insiste recordándonos que “Ella es mujer y madre, esto es lo esencial. De Ella, mujer, surgió la salvación y, por lo tanto, no hay salvación sin la mujer”.
María, nos dice el Papa, fue “la mujer que tejió la humanidad de Dios” ¿Hemos visto a alguien tejer? Requiere amor, tiempo y paciencia… y María fue esa mujer que con amor tejió esa humanidad del Señor en su vientre.
Y hoy, en esta Solemnidad de María, Madre de Dios, vuelvo a lanzar un grito y una oración por cada mujer de este mundo. “La mujer es fuente de vida. Sin embargo, son continuamente ofendidas, golpeadas, violadas, inducidas a prostituirse y a eliminar la vida que lleva en el vientre”.
Francisco hace una fuerte denuncia: “Toda violencia infligida a la mujer, es una profanación de Dios, nacido de una mujer… de cómo tratamos el cuerpo de la mujer comprendemos nuestro nivel de humanidad”.
Basta a tanto maltrato, abuso y sacrificio del cuerpo de la mujer. Basta a ser profanado en la publicidad, en el lucro, en la pornografía… basta a ser explotado como terreno para utilizar y botar según la conveniencia. El cuerpo de la mujer debe ser liberado del consumismo, debe ser respetado y honrado.
Y digamos basta, de manera especial, a la maternidad humillada de nuestro tiempo.
Basta al aborto pensando solamente en el cuerpo de la mujer… basta a la muerte de un inocente, y lo que apena de verdad, es que la misma mujer crea que su cuerpo prevalece ante el cuerpo de otro ser que está en ella. Y lanzo este grito en defensa de la mujer, pero también en defensa de la VIDA. Y lo lanzo con claridad pues en este mes se volverá a debatir la ley que legislará el aborto por violación pero que quieren ampliar para toda situación y en todo el tiempo del embarazo. No puedo callarme y no voy a callarme. Pido a los Asambleístas que NO SE MANCHEN LAS MANOS DE SANGRE DE INOCENTES. El aborto es un crimen.
Miremos este año con ojos nuevos y con un corazón nuevo. Miremos este año como un gran regalo de Dios y a la vida como el mayor regalo del creador.
Pongamos este año al Señor en el centro de nuestro corazón y cobijémonos bajo el manto de María, Madre de Dios y también nuestra Madre. ASÍ SEA.