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Mirar hacia atrás y también mirar hacia adelante

Homilía en la posesión del P. Rubén Parra

Quito, 11 de octubre de 2020

Con muchísima alegría estoy aquí esta noche para posesionar al P. RUBÉN PARRA como nuevo párroco de la Parroquia Cristo Resucitado.

Él con total disponibilidad aceptó lo que se le pidió en plena pandemia ante la renuncia inesperada al teléfono del querido P. Graziano Mazón.

Posesionar a un nuevo párroco es mirar hacia atrás y también mirar hacia adelante. Ese mirar hacia atrás tiene una historia de 40 años; pero no podemos quedarnos mirando hacia atrás, añorando el pasado o creyendo que debemos seguir repitiendo ese pasado hoy. Todo lo contrario, hoy es el tiempo de mirar hacia el futuro, de ir construyendo una historia nueva, una historia en esta novedad de camino de la Arquidiócesis de Quito.

Posesionar a un nuevo párroco es decir en primer lugar un GRACIAS a quienes han hecho realidad esta vida parroquial. Un gracias al querido y recordado P. José Carollo, y un gracias al P. Graziano, a las Hnas. Dominicas de la Inmaculada y a las Hnas. Siervas de la Caridad, por todo el bien sembrado a manos llenas en esta querida parroquia de la Quito Sur.

Posesionar a un nuevo párroco es dar la BIENVENIDA a un sacerdote, quien viene con tristeza de dejar una parroquia donde entregó su corazón y sirvió a todos con generosidad, pero, sabiendo que es el Señor que va marcando los caminos, obedeció para comenzar una nueva obra, siendo él quien va a ir guiando, poniendo el norte, las líneas y los criterios en la vida parroquial. Y doy también la bienvenida a las Hnas. Siervas de Cristo Sacerdote que se unen a la misión parroquial.

La “Instrucción sobre la Conversión Pastoral de la Comunidad Parroquial”, último documento que marca la vida de las parroquias, cuestiona la realidad parroquial. Nos advierte del peligro de la “nostalgia del pasado”, rompe el territorio marcado por meros límites geográficos desafiándonos a proyectar la acción parroquial a un “territorio existencial”, como el lugar “donde se juega por completo el desafío de la Iglesia en medio de la comunidad” (n.16), y, sobre todo, nos habla de la “audacia de futuro”.

Es lo que hoy te pido querido Rubén, una verdadera “audacia de futuro”. Es el futuro de esta parroquia el que debes construir, aunque ello pueda significar el ir marcando otras huellas a las anteriores. Pregunta todo lo que se ha hecho, respeta el camino recorrido, pero MARCA tus propias huellas con esa audacia de futuro, la misma que no implicará una mera repetición de actividades hechas durante todos estos años, que quizás ya no tienen incidencia en la comunidad parroquial, sino que debes ir descubriendo, junto con tus fieles, respuestas nuevas, innovadoras, que lleguen al corazón y que los haga sentirse amados realmente por un Dios que “hace fiesta”.

¿A quién no le gusta ser invitado a una fiesta? ¿A quién no le gusta ser invitado a un banquete? Creo que a todos. Y hoy el Evangelio nos habla del banquete de Bodas que sin embargo muchos no aceptan la invitación.

El Papa Francisco, en una reflexión que nos sorprende, nos dice que “En la parábola no se menciona nunca a la esposa, pero sí se habla de muchos invitados, queridos y esperados: son ellos los que llevan el vestido nupcial. Esos invitados somos nosotros, todos nosotros, porque el Señor desea “celebrar las bodas” con cada uno de nosotros”.

Por eso, la relación del hombre con Dios, por tanto, “no puede ser sólo como la de los súbditos devotos con el rey, la de los siervos fieles con el amo, o la de los estudiantes diligentes con el maestro, sino, ante todo, como la relación de la esposa amada con el esposo. En otras palabras, el Señor nos desea, nos busca y nos invita, y no se conforma con que cumplamos bien los deberes o que observemos sus leyes, sino que quiere que tengamos con él una verdadera comunión de vida, una relación basada en el diálogo, la confianza y el perdón” (Francisco).

Preguntémonos cómo es nuestra relación con Dios. ¿Respondemos a su invitación de amor? ¿Nos sentimos realmente amados por Dios? Francisco nos invita a preguntarnos “si, al menos una vez al día, manifestamos al señor nuestro amor por Él; si nos acordamos de decirle cada día, entre tantas palabras: “Te amo Señor. Tú eres mi vida”…”

 

No olvidemos que, si se pierde el amor, la vida cristiana se vuelve estéril, se convierte en un cuerpo sin alma, una moral imposible, un conjunto de principios y leyes que hay que mantener sin saber por qué. En cambio, el Dios de la vida aguarda una respuesta de vida, el Señor del amor, espera una respuesta de amor.

Y esa respuesta de amor es la que debe dar cada uno de ustedes en este nuevo camino de la parroquia que comienza hoy. Un amor al Señor de la Vida y la Parroquia lleva el bello nombre de Cristo Resucitado. Es el Señor de la Vida, que está en el centro de la vida parroquial, el que debe animar la vida de todos.

El amor debe regir la vida de ustedes queridos hermanos. Un amor que se manifiesta en agradecimiento al P. Graziano pero al mismo tiempo en acogida al P. Rubén. Un amor que no compara el uno con el otro. Un amor que hace no añorar el pasado sino aceptar el futuro a construir. Un amor que compromete en la oración por quienes los han servido y al mismo tiempo en una oración sincera por su nuevo pastor.

Cuando se ama, no se antepone el yo. Y, según Francisco, “El Mayor obstáculo para que se celebren estas bodas es cuando se antepone el yo, la propia comodidad e intereses, por encima del amorcuando el corazón no se dilata, se cierra. Y cuanto todo depende del yo, de lo que me parece, de lo que me sirve, de lo que quiero, se acaba siendo personas rígidas y malas, se reacciona de mala manera por nada, como los invitados en el Evangelio, que fueron a insultar e incluso asesinar a quienes llevaban la invitación, sólo porque los incomodaban”.

Y qué hace el novio, responde con más amor. Es que el novio está de la parte de Dios. Y es lo que les pido a todos y a ti Rubén especialmente. Estén de la parte de Dios y partan desde Dios para construir esta comunidad parroquial con esa “audacia de futuro”, no con la “añoranza del pasado”.

Ten ese espíritu de salida, sal con tu gente; sé pastor cercano, misericordioso, refleja a un Dios que es amor, escucha a tu pueblo, anima a todos y haz que tu parroquia viva en la comunión, en la unidad, sea auténticamente evangelizadora, atenta a los pobres; y, desarrolle “un verdadero “arte de la cercanía”, para que se convierta en “el lugar donde se supere la soledad, que afecta la vida de tantas personas, así como en un “santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero” (Instructivo Pastoral n. 26).

Adelante Rubén, no tengas miedo, camina con decisión, no estás solo, tienes a tu comunidad, nos tienes a nosotros los Obispos. Confiamos en ti, sabemos que harás de “Cristo Resucitado”, una comunidad de vida, donde las puertas estarán siempre abiertas a todos para celebrar una verdadera fiesta, la fiesta de un Dios que es amor. ASÍ SEA.