“NOS MUEVE LA ESPERANZA”
Quito, 31 de enero de 2021
Hoy celebro con mucha alegría desde esta parroquia salesiana de Cristo Rey del barrio La Tola. Y celebro aquí por un doble motivo.
El primero, es que estoy en casa, y debía celebrar en casa, con mis hermanos, la Fiesta de San Juan Bosco, Padre y Maestro de la Juventud, que la Iglesia recuerda en este día.
El segundo, como un signo muy concreto de unirme a la celebración de los 125 años de la Unidad Educativa Salesiana Don Bosco de la Tola. Es aquí, en la Tola, donde los salesianos compraron un terreno y comenzó una obra educativa que echó raíces en este tradicional barrio quiteño.
El Evangelio de hoy, nos trae, según Marcos, la primera actuación pública de Jesús, que fue la curación de un hombre poseído por un espíritu maligno en la sinagoga de Cafarnaún.
Esta escena, sobrecogedora y cuestionadora, nos presenta a Jesús que enseña “con autoridad”, que asombra a todos con su palabra. Es la primera vez que Jesús va a proclamar la Buena Noticia de Dios al lugar donde se enseña oficialmente al pueblo las tradiciones religiosas de Israel.
La gente se sorprende al escucharle. Tienen la impresión de que hasta ese momento han escuchado “noticias viejas” dichas sin autoridad. Jesús habla de una manera diferente, no repite lo que ha oído a otros, habla con autoridad. Anuncia a un Dios bueno, cercano, que libera y salva.
Y allí, en la sinagoga, estaba precisamente un hombre con un espíritu inmundo que se pone a gritarle y a preguntarle a Jesús, interrogándole qué quería de ellos. Se ha sentido amenazado. Nos podemos preguntar: ¿Qué fuerzas extrañas le impiden seguir escuchando a Jesús? ¿Qué le bloquean el camino hacia el Dios Bueno que anuncia Jesús?
Y preguntémonos: ¿Nos sentimos hoy amenazados para seguir el camino de un Dios misericordioso? ¿Qué “espíritus” nos atan, nos esclavizan y nos dominan? ¿Le gritamos al Señor y le preguntamos qué quiere de nosotros?
Jesús ve al hombre oprimido por el mal y grita: “¡Cállate y sal de este hombre!” Da una orden clara, fuerte, precisa que busca que esas voces malignas que oprimen a este hombre salgan de él y le dejen encontrarse con Dios y consigo mismo.
Hay una lucha interior, y nos dice el evangelista, que “dando un grito fuerte salió de él”. Ha sido liberado el hombre de sus cadenas, se ha puesto fin a las tinieblas en que vivía, en adelante podrá escuchar la Buena Noticia de Jesús.
Hoy también deben liberarse las cadenas que nos atan como personas y como sociedad. Olvidamos con frecuencia de que somos “poseídos” por poderes como pueden ser el odio, resentimiento, insolidaridad, el placer por el placer, egolatría, injusticias, el afán de acaparar, las modas, los complejos, los miedos, las apariencias, esclavos del qué dirán, de la última noticia, el rencor, violencia, corrupción y tantas otros “demonios” que nos tienen atados y no nos dejan ser totalmente libres y señores de nuestros actos.
¿Cómo expulsar estos demonios? Solamente con nuestras fuerzas no lo podremos hacer. Debemos hacerlo como lo hizo Jesús, con el poder del Espíritu Santo. Liberémonos y liberemos a los demás. Abramos nuestro corazón y dejemos que Dios actúe en nuestras vidas.
Y hoy celebramos a San Juan Bosco, es FIESTA GRANDE, la FIESTA DE LA ALEGRÍA, la FIESTA DE LA JUVENTUD.
Podemos decir que Don Bosco es un SANTO DE HOY. Don Bosco NO ES UN “FUE” … sino un “ES” continuo, un presente vivo, una actualidad de frutos, una presencia viva en medio de quienes comparten su ideal de salvación de la juventud más pobre y necesitada.
Cada uno está llamado a dejar HUELLA EN ESTE MUNDO… huellas que deben seguir otros… huellas de santidad.
La vida y obra de Don Bosco es así, dejó huellas de bien, huellas de juventud, huellas de alegría, huellas de santidad.
Y me atrevo a decir, que dejó “huellas de Buena Nueva” en su tiempo y en los tiempos de hoy. En su tiempo no fue comprendido por todos, pero fueron más, muchos más que se dieron cuenta, al escucharlo y sobre todo al verlo actuar, que su palabra y su vida era “algo nuevo” y quedaron sorprendidos porque él enseñaba con autoridad.
La “huella” de Don Bosco fue una huella de liberación para tantos jóvenes pobres y abandonados, para tantos limpiachimeneas, artesanos, albañiles, muchachos abandonados de la Turín de su tiempo.
Y esa “huella” ha seguido liberando a miles y miles de jóvenes a lo largo de estos más de ciento sesenta años. La mano de Don Bosco, presente a través de la mano de salesianos, salesianas, salesianos cooperadores, Hijas de los Sagrados Corazones, Damas Salesianas y de tantos miembros más de la Familia Salesiana, ha levantado a los jóvenes y les ha dado dignidad. Los ha liberado de los “demonios” de la ignorancia, de la delincuencia, del abandono, de un futuro incierto, de la violencia, de la cárcel. Ha sido y es una mano preventiva hecha RAZÓN, RELIGIÓN y AMABILIDAD.
El AMOR es el SECRETO DE TODO HOMBRE SANTO y lo fue muy particularmente de Don Bosco. Sí, el AMOR… saberse AMADO POR DIOS y AMARLO SIN MEDIDA, CONOCERLE, AMARLE Y SERVIRLE.
Don Bosco amó profundamente a Dios, él decía: “Dios es un buen Padre, confiemos en Él”. Una confianza que fue su seguridad y fortaleza, siempre caminó confiando en Dios.
Fue un amor que lo HIZO VIDA en el AMOR AL PRÓJIMO, y ese PRÓJIMO para Don Bosco fueron los JÓVENES POBRES Y ABANDONADOS. Amó a los jóvenes y lo dijo: “Me basta que sean jóvenes para que yo los ame”.
Éste fue el corazón de Don Bosco, un corazón que supo amar y que busco que sus jóvenes tengan VIDA, sean liberados de tantas esclavitudes, que pasó sanando y curando las heridas de la vida que laceraban a los jóvenes de su tiempo, y usando palabras del Papa Francisco, supo hacer sentir, en este caso a los jóvenes, “la caricia de un Dios que los ama”.
Soy hijo de ese “GRAN SOÑADOR”, como él, ustedes y yo, estamos invitados a amar y a seguir siendo “Buena Noticia” para tantos jóvenes abandonados de hoy y a dar consuelo y esperanza a todos los que sufren la gran “cadena” de la pandemia. Recordemos todos, como nos dice el Rector Mayor, “NOS MUEVE LA ESPERANZA”. ASÍ SEA.