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“Pan de Vida”

HOMILÍA EN LA CELEBRACIÓN DE CORPUS CHRISTI

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Quito, 11 de junio de 2023

Celebramos hoy con mucha alegría la Solemnidad de “El Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo”. La celebramos con esperanza y la celebramos con la mirada puesta en el Congreso Eucarístico Internacional que viviremos el próximo año teniendo a Quito y a nuestra Arquidiócesis como Sede, que tiene como tema: “Fraternidad para sanar el mundo”.

La Fiesta de Corpus está profundamente metida en el corazón, en el alma, en la mente y en la fe de nuestro pueblo. Hay muchas tradiciones en todo el país y es el Cuerpo y la Sangre de Cristo la que reúne a miles, la que mueve la vida, la que hace salir lágrimas y también la que endulza nuestras vidas con los tradicionales dulces de Corpus.

Les pido hoy celebrar esta Fiesta teniendo presente varios verbos: COMER, BEBER, MIRAR, ESCUCHAR y PORTAR.

Jesús en el Evangelio nos dice con claridad: “Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo, el que coma de este pan vivirá para siempre… El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en mí y yo en él”. Estamos invitados, tú, yo, todos nosotros, a comer y beber el Cuerpo de Cristo. Pero, no es un comer por comer, es un COMER PARA TENER VIDA y es un COMER PARA DAR VIDA. Es que, COMULGAR CON

CRISTO me lleva a la verdadera vida y nos pide o nos invita a cada uno a mirar al otro, a escuchar al otro, a portar a Cristo al otro, a, me atrevería a decir, a comulgar con la vida del otro.

Comemos cuando tenemos hambre, bebemos cuando tenemos sed, Mi pregunta en este día es, ¿Tenemos hambre de Cristo, tenemos sed de Cristo? El pueblo que caminó en el desierto sintió hambre material y se alimentó del maná que Dios les enviaba cada día. El libro del Deuteronomio, en la primera lectura que se proclamó nos dice: “No te olvides del Señor, tu Dios”. Un Dios que envió el alimento, un Dios que hizo brotar agua para calmar la sed en el desierto. Nosotros, ¿nos hemos olvidado de Dios?

A veces parece que sí, parece que en este mundo en que vivimos, lleno de prisas, sacudidos por tantas situaciones, como que nos olvidamos de Dios, como que miramos hacia otro lado, como que buscamos soluciones rápidas y no ponemos nuestra confianza en el Señor. Hoy se nos invita a volver a mirar al Señor, a recordar que Él es el PAN VIVO bajado del cielo.

Con su discurso del “Pan de Vida”, San Juan nos ayuda a alimentar la Fe, a crecer en Fraternidad y a reavivar la Esperanza de vida eterna. No describe San Juan la Institución de la Eucaristía en la Última Cena, lo que busca es explicar lo que vive una comunidad cuando celebra el Sacramento, como Pan de Vida.

El que tiene hambre, piensa en pan, busca el pan, es decir, busca satisfacer una necesidad vital. Y luchamos todos por el pan de cada día, pero no sé si ponemos todo nuestro esfuerzo por saciarnos del Pan de Vida que es Cristo y si este alimentarnos del Señor nos mueve a mirar al hermano y a ser constructores de Fraternidad en este mundo herido.

Comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo, nos debe llevar a ser esos “portadores de Dios” a los demás. No encerremos, me incluyo, al Señor en nuestras vidas, miremos más allá, escuchemos el grito de los pobres.

Los invito a celebrar hoy esta Fiesta de Corpus pensando seriamente en cuál será nuestro compromiso al comer y beber el Cuerpo y la Sangre de Cristo. No podemos, y lo digo con claridad, no podemos quedarnos en una celebración muy colorida, emotiva, pero nada más; no podemos quedarnos en contemplar la belleza de las alfombras de flores por las que va a pasar el Señor en la Procesión Eucarística. Hay algo más, una celebración debe llevar a la vida y debe comprometernos con la vida de todos, y esto es más fuerte o urgente, cuando celebramos el Cuerpo y la Sangre de Cristo.

El Papa Francisco, respecto a Corpus, nos dice que, “La Eucaristía quita en nosotros el hambre por las cosas y enciende el deseo de servir. Nos levanta de nuestro cómodo sedentarismo y nos recuerda que no somos solamente bocas que alimentar, sino también sus manos para alimentar a nuestro prójimo”.

Y aquí vuelvo a relacionar esta celebración con el tema del 53° Congreso Eucarístico Internacional, “Fraternidad para sanar el mundo”. Partimos de la mesa eucarística para crear fraternidad, para servir a los débiles, para sanar tantas heridas del mundo de hoy. Y Francisco nos ilumina nuevamente: “Es urgente que ahora nos hagamos cargo de los que tienen hambre de comida y de dignidad, de los que no tienen trabajo y luchan por salir adelante. Y hacerlo de manera concreta, como concreto es el Pan que Jesús nos da. Hace falta una cercanía verdadera, hacen falta auténticas cadenas de solidaridad. Jesús en la Eucaristía se hace cercano a nosotros, ¡no dejemos solos a quienes están cerca de nosotros!”.

Y tú, ¿Eres constructor de fraternidad? ¿Buscas sanar las heridas de los demás? ¿Vives una cercanía verdadera con el que sufre? Y hoy nuestros hermanos de Esmeraldas están sufriendo, allí hay lágrimas, hay dolor, hay pobreza, hay miseria y desesperación. Ante ello, ¿Nos quedamos en compasión vacía o estamos dispuestos a forjar una verdadera cadena de solidaridad?

Jesús nos habla en silencio en el Misterio de la Eucaristía y cada vez nos recuerda que seguirlo quiere decir SALIR DE NOSOTROS MISMOS y HACER DE NUESTRA VIDA NO UNA POSESIÓN NUESTRA, SINO UN DON A ÉL Y A LOS DEMÁS.

Por tanto, COMULGAR, COMER A CRISTO, BEBER SU SANGRE, debe llevarme a SALIR DE MÍ, a ser DON DE ÉL y un DON PARA LOS DEMÁS.

No quiero una celebración llena de sentimientos, quiero una celebración que comprometa a la vida, que nos haga a todos, portadores de vida y constructores de Fraternidad.

Que María, nos lleve a comulgar con su Hijo y a salir de prisa para comulgar con el hermano concreto, que tiene hambre y que tiene sed y que espera de nuestro compromiso. ASÍ SEA.