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“Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”

Homilía del XVII del Tiempo Ordinario

Quito, 26 de julio de 2020

 “Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré”. Estas palabras las dirige Dios a Salomón. Y Salomón pide “sabiduría de corazón, para que sepa gobernar a tu pueblo y distinguir entre el bien y el mal”.

¿Qué pedimos nosotros a Dios? ¿Qué le piden nuestras autoridades cuando asumen un cargo? ¿Qué pide un padre de familia para gobernar su casa y a sus hijos? ¿Qué pide un sacerdote al asumir una parroquia? ¿Qué le pedí yo a Dios cuando fui nombrado Obispo y luego Arzobispo?

Podemos pedir muchas cosas, si es que lo hacemos; quizás mucho de lo que pedimos es importante. Pero, lo fundamental es pedir esa sabiduría para poder distinguir el bien y el mal, porque fácilmente podemos dejarnos llevar por el mal, como muchos funcionarios que dejaron corromper su corazón.

Me llamaron profundamente la atención las palabras de la nueva Vicepresidente del Ecuador, María Alejandra Muñoz, en su discurso de posesión. Llamó, frente a la crisis que vivimos, a hacer una pausa, como también a la serenidad, prudencia y paciencia.

Ella es una mujer de profunda fe y de servicio a los demás. Por eso, sus palabras nos dan una esperanza y son una luz en medio de tanta oscuridad que rodea al poder. “Es tiempo de servir con mucha paz. Es tiempo del testimonio de vida, tiempo de coherencia entre lo que pienso y lo que hago, entre lo que creo y lo que practico. Es tiempo de no dejarnos arrinconar por el miedo a ser atacados en trabajada reputación… no vamos a poder controlar lo que los demás piensen de nosotros, pero de lo que sí tenemos control es de nuestros propios actos”.

Aunque no tengo el gusto de conocerla, sí le digo Sra. Vicepresidente, que espero que su formación salesiana, donde aprendió el ideal de Don Bosco de “Honrados ciudadanos y buenos cristianos”, sean para usted una luz. Un país entero quiere ese testimonio de honradez, verdad, justicia, prudencia, responsabilidad, transparencia y paz. Sea luz para este Ecuador sumido en la oscuridad de tantos antivalores producidos por los escándalos, sea luz, y que Dios, como a Salomón, le dé esa sabiduría para saber gobernar.

Jesús nos habla en parábolas de comprar y vender, de tesoro y perla preciosa, para que podamos intuir y comprender lo que es el Reino de los cielos. “En el primer caso se trata de un campesino que casualmente se tropieza con un tesoro escondido en el campo donde está trabajando. No siendo el campo de su propiedad tiene que comprarlo si quiere adueñarse del tesoro. Por tanto, decide arriesgar todo lo que tiene para no perder una ocasión tan excepcional” (Francisco).

“En el segundo caso encontramos a un comerciante de perlas preciosas. Él como experto conocedor, ha localizado una perla de gran valor. También decide apostarlo todo por aquella perla hasta vender todas las demás” (Francisco).

Podemos decir que las dos parábolas tienen varias cosas en común: los que han encontrado, se llenan de alegría. En los dos casos hay sorpresa ante lo que encuentran. Ambos venden todo inmediatamente para comprar el campo del tesoro o la perla de gran valor y ambos están en su trabajo diario.

La diferencia está en que el tesoro lo encuentra sin haber ido a buscarlo mientras que el comerciante sí busca perlas finas y encuentra una de gran valor.

Refiriéndose a esta parábola, el Papa Francisco destaca dos características que se refieren a poseer el Reino de Dios: “la búsqueda y el sacrificio”. “El Reino de Dios se ha ofrecido a todos, pero no se ha puesto a disposición en bandeja de plata, requiere un dinamismo. Se trata de buscar, de caminar, de hacer. La actitud de búsqueda es la condición esencial para encontrar”.

No obstante, para que esto se produzca, continúa el Papa, “… hace falta que el corazón arda en deseo de alcanzar el bien preciado, es decir, el Reino de Dios que se hace presente en la persona de Jesús. Él es el tesoro escondido, Él es la perla de gran valor. Él es el descubrimiento fundamental que puede dar un cambio decisivo a nuestra vida llenándola de significado”.

Al descubrir lo inesperado, ambos toman una decisión que implica sacrificio, separación y renuncia. Cuando el tesoro y la perla son descubiertos, es decir, cuando hemos encontrado al Señor, es necesario no dejar estéril este descubrimiento sino sacrificar por él cualquier otra cosa. No se trata de despreciar el resto sino de subordinarlo a Jesús poniéndolo a Él en primer lugar” (Francisco).

Es que el cristiano, el que sigue a Jesús, no es uno que se priva de lo esencial. Es uno que ha encontrado mucho más. “Ha encontrado la alegría plena que solo el Señor puede dar. Es la alegría evangélica de los enfermos curados, de los pecadores perdonados, del ladrón al que se le abre la puerta del paraíso” afirma el Papa Francisco.

Me pregunto y les pregunto: ¿Qué buscamos nosotros? ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar? ¿Hemos encontrado el tesoro o la perla que es Jesús? ¿Cristo es lo más importante de nuestra vida? Y si lo hemos encontrado ¿vivimos esa auténtica alegría?

La vida como el tesoro es un verdadero regalo del cielo, que lo encuentra sin haber ido a buscarlo. Pero, la Vida verdadera hay que buscarla, como la busca y la encuentra el comerciante en perlas finas. Tenemos que esforzarnos y sacrificarnos para hacer nuestro, el tesoro y la perla, es decir, hacer nuestra la Vida del resucitado que se nos ofrece en nuestra existencia y que no es equiparable a ningún otro valor.

Muchos pierden su vida buscando poder, dinero, fama o prestigio. Muchos sacrifican sus vidas por estos falsos valores del mundo. No seamos nosotros de aquellos. Sepamos distinguir entre el bien y el mal, tengamos esa sabiduría de Salomón para saber buscar lo esencial.

Y al encontrar a Cristo, Dios nos dará mucho más. Quizás no fama, ni riquezas, ni prestigio o poder, pero sí la alegría del ser, frente al tener. Por eso la opción del Reino es radical.

Francisco nos dice: “La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de quienes se encuentran con Jesús. Aquellos que se dejan salvar por Él son libres del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría”.

Descubramos esa alegría, no dejemos de hacerlo cada uno de nosotros, y, se lo digo nuevamente a la Vicepresidente, busque usted ese tesoro y esa gran perla, búsquelo más ahora en que el poder y el dinero estarán tentándola, esto le exigirá sacrificio sin duda, y como dijo usted, en estos diez meses, tiene tiempo para “sembrar semillas de confianza y de paz” que tanta falta hacen en nuestro país. ASÍ SEA.