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¿Podemos ayudar a Dios?

HOMILÍA DEL XIII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Quito, 26 de junio de 2022

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Nuevamente puedo celebrar con ustedes, en este día domingo, a San Josemaría Escrivá de Balaguer, un hombre que respondió a la invitación de Jesús a seguirlo, un hombre que llegó a la santidad en ese seguimiento, un hombre que hizo vida el “Sígueme” e hizo suyo, como dice el salmo, “el lote de mi heredad”, que no es otro que el Señor mismo.

Traigo a esta homilía una anécdota que leía el otro día, cuando preparaba esta homilía. Dicen que a un niño le preguntaron si rezaba, el niño contestó: “Todos los días”. Y a la pregunta: “Y, ¿qué le pides a Dios?”, el niño contestó con naturalidad: “Nada. Le digo si puedo ayudarle en algo”. Y a nosotros nos puede venir a la mente dos preguntas: ¿Es que puede un niño ayudar a Dios?, ¿Es que necesita Dios de nuestra ayuda?

Tú, yo, todos nosotros, ¿Podemos ayudar a Dios? La respuesta es clara, “sí podemos” y “debemos”, pero no es fácil, nada fácil hacerlo, no resulta fácil responder al “Sígueme” que nos hace hoy el Señor a cada uno de nosotros.

Jesús no nos la pone fácil. Pudiéramos decir que muchos lo seguían “folklóricamente”, disculpen la palabra. Lo seguían por sus milagros, por haber dado de comer a una multitud, por curar a los enfermos, dar la vista a los ciegos y hacer caminar a los inválidos. ¿Es ese el verdadero seguimiento de Jesús? Y hagámonos la pregunta, ¿Por qué lo sigo yo?

Y Jesús “provoca” una reacción en sus seguidores. El Señor cuestiona el seguimiento de ellos y cuestiona hoy nuestro seguimiento. Jesús va en camino, y la vida cristiana es camino, como lo entendió San Josemaría. Un camino de todos los días, un camino en la vida ordinaria, un camino que nos debe llevar a la santidad.

Seguir a Jesús es el corazón mismo de la vida cristiana, es lo esencial. Por eso, el evangelista describe tres pequeñas escenas sobre el seguimiento de Jesús. Quienes lean luego ese evangelio, nosotros hoy, estamos llamados a “tomar conciencia de que, a los ojos de Jesús, nada puede haber más urgente e inaplazable” (Pagola).

Las imágenes que emplea Jesús son duras, y hasta cierto punto escandalosas.

¿Qué busca el Señor con estas imágenes? Simplemente sacudir las conciencias. “No busca más seguidores, sino seguidores más comprometidos, que le sigan sin reservas, renunciando a las falsas seguridades y asumiendo las rupturas necesarias” (Pagola).

Podemos correr un riesgo todos nosotros, y no es otro que el de “acostumbrarnos” a las palabras de Jesús. Es decir, hemos escuchado tanto las respuestas de Jesús: “Las zorras tienen madriguera y los pájaros nidos, pero el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza”, “Deja que los muertos entierren a sus muertos; tú vete a anunciar el Reino de Dios” y, la última, “El que hecha la mano en el arado y sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios”, que las oímos y oímos, pero ni nos provoca ni nos causa sobresaltos en nuestras vidas. Seguimos en nuestra vida cristiana cómoda, instalada, poniendo excusas y más excusas. Pero las palabras de Jesús, estas palabras, son “palabras mayores”, “palabras exigentes”.

¿Qué excusas le pones tú a Jesús frente a su “Sígueme” que te dirige hoy a ti? Puede ser que le digamos que no tenemos tiempo, el trabajo, la familia, la misma sociedad en la que vivimos. Pensemos, y me incluyo, pensemos en nuestro corazón,

¿Qué excusas le pongo a Jesús que me impide ser realmente constructor de su Reino?

No podemos retrasar nuestra respuesta. Nada nos debe darla o frenarla. Hay que asumir el riesgo, una Iglesia menos poderosa y más vulnerable, recordemos que Francisco nos dice que quiere “… una Iglesia pobre para los pobres. Ellos tienen mucho que enseñarnos”. Tengamos claro que no es posible seguir a Jesús mirando hacia atrás. Trabajar en el proyecto del Reino de Dios nos hace mirar el futuro y nos pide dedicación, confianza en el futuro de Dios y audacia para caminar tras los pasos del Señor

¿Tenemos esa audacia nosotros? Los santos la han tenido. La tuvo Francisco de Asís, la tuvo Ignacio de Loyola, la tuvo Juan Bosco, la tuvo Madre Teresa y por supuesto, la tuvo Josemaría.

Él decía: “¡Cuándo te propondrás de una vez identificarte con ese Cristo que es Vida!”. Es que el seguimiento implica eso, una identificación con Cristo, solamente cuando uno se identifica con Él plenamente es capaz de dejarlo todo, es capaz de mirar hacia adelante y no poner la mano en el arado mirando hacia atrás. Y el santo del “Camino”, el santo que “Forja” al cristiano dice y les dice a ustedes hoy: “Tú quieres pisar sobre las huellas de Cristo, vestirte de su vestidura, identificarte con Jesús: pues que tu fe sea operativa y sacrificada, con obras de servicio, echando fuera lo que estorba”.

Y hoy es más urgente que nunca que la fe de ustedes sea “operativa”, hoy es más que nunca urgente que sean constructores de paz, de justicia, de igualdad, de respeto, de solidaridad frente a una dura realidad que vivimos, frente a la pobreza creciente, frente al grito de los más pobres. No podemos mirar hacia un lado o quedarnos mirando hacia arriba. Miremos al hermano, seamos “operativos”, vivan una fe comprometida, sean audaces, arriésguense, dejen a un lado la tentación de una fe y una vida cristiana cómoda, instalada, sin el compromiso concreto por el hermano, por el más pobre, por el descartado de la sociedad, como dice Francisco.

El Papa afirma que, “¡No existe seguimiento de Cristo sin tentación! Es parte de la vida cristiana, porque eso te lleva a la conversión, a descubrir dónde está el Espíritu de Dios, donde el del mundo, y dónde el demonio”. Además, nos desafía cuando afirma: “No sigas a Jesús cuando te apetece, búscalo cada día: encuentra en Él al Dios que siempre te ama, el sentido de tu vida, la fuerza para entregarte”.

Los invito a todos ustedes, queridos hermanos, a arriesgarse en este seguimiento de Cristo, a ser audaces en el mismo, a comprometerse con una Iglesia que camina, que sirve, que está en salida, portadora de la misericordia y cercanía de Dios, de manera especial a los pobres. Tomo las palabras de San Josemaría y se las digo hoy a ustedes: “Dile despacio al Maestro: ¡Señor, sólo quiero servirte! ¡Sólo quiero cumplir mis deberes y amarte con alma enamorada! Hazme sentir tu paso firme a mi lado. Sé Tú mi único apoyo. Díselo despacio… ¡y díselo de veras!”.

“Es necesario andar, recorrer sus caminos, ¡caminando!” Es necesario, afirmó el Papa, “conocer a Jesús con el lenguaje de la acción”.

Que María, nuestra Buena Madre, a quien San Josemaría invita a que la “ames con locura” pues es, “Madre de Dios, Madre Nuestra”, nos