Pon la mirada en la Cruz, pon la mirada en Cristo que está en la Cruz
Guayllabamba, 20 de marzo de 2021
Hoy, aquí, en esta Parroquia de San Francisco de Guayllabamba, Stalyn, el P. Stalyn, porque hay que acostumbrarse a llamarlo así, celebra con alegría su PRIMERA MISA, la primera de muchas o de cientos.
Comparto esta gran alegría de él como la comparten todos ustedes. Es una alegría siempre una vocación al sacerdocio que ve cristalizado el camino recorrido y que empieza a caminar paso a paso.
Estamos terminando el camino de Cuaresma, el próximo domingo es Domingo de Ramos y entraremos a vivir de lleno el Misterio de la Pasión, la Muerte y la Resurrección del Señor. Nos podemos y debemos preguntar cómo hemos recorrido este camino. ¿Ha sido un camino que nos ha llevado a encontrarnos con Dios y con el hermano? ¿Ha sido un camino de transformación de nuestras vidas? ¿Hemos dado pasos de conversión o ha sido una Cuaresma más en nuestras vidas? Estamos a tiempo, Dios nos espera, Dios sale a esperarnos, es el Padre que quiere que volvamos a Él para acogernos con su corazón misericordioso.
El Evangelio de hoy nos presenta a un grupo de peregrinos griegos que llegan a celebrar la Pascua de los Judíos. Se acercan a Felipe con una petición: “Queremos ver a Jesús”. No es una curiosidad. Es un deseo profundo de conocer el misterio que se encierra en aquel hombre de Dios. También a ellos les puede hacer bien. Su intención es buena. ¿Y nosotros? ¿Queremos ver a Jesús? ¿Buscamos a Jesús? ¿Nos mueve el acercarnos a la persona de Jesús? O, somos de aquellos que nos quedamos atrás, que no buscamos al Señor, que creemos lo hemos encontrado, pero en el fondo nuestra vida está vacía. Esta Cuaresma debe ser eso, “una búsqueda de Jesús”, un “querer ver a Jesús”.
Tú, mi querido Stalyn Xavier, no dejes nunca de buscar a Jesús en tu vida sacerdotal. Es Jesús quien debe ser el centro de tu ser sacerdotal. Busca siempre “ver a Jesús” en todo momento. Búscalo ver en los momentos de alegría, pero, búscalo de manera especial en los momentos de sufrimiento, de dolor, de incertidumbre, de dudas y de tentación.
Pero, hay algo que siempre deberás preguntarte y debemos preguntarnos todos nosotros sacerdotes. ¿Quién nos ve a nosotros, ve a Jesús? ¿Cuándo se acerca uno de ustedes a un sacerdote, logra ver a Jesús? Nosotros sacerdotes debemos preguntarnos siempre si transparentamos a Jesús. Es que el sacerdote en su palabra, en el altar, en el confesionario, en la calle, en todo momento y en todo lugar, debe reflejar a Cristo y quien lo vea, debe ver a Jesús. Busquen ver, queridos hermanos, a Jesús en cada sacerdote y cuando no lo vean, no dejen de decirnos, porque ello nos ayuda y nos debe mover a cambiar.
El Evangelio además nos presenta un gran desafío. Jesús nos dice: “Les aseguro, que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto”. Pensemos en un grano o en una pequeña semilla, que cae en el terreno. Si permanece cerrado en sí mismo, no sucede nada; si en cambio se rompe, se abre, entonces da vida a una espiga, a un brote, después a una planta y la planta dará un fruto. Así es nuestra vida. Esta es la idea de Jesús.
Con la vida sucede lo mismo que con el grano de trigo, que tiene que morir para liberar toda su energía y producir un día fruto. ¿Nuestra vida da fruto? ¿Qué frutos damos?
Miremos a Jesús. El Papa Francisco nos dice: “Jesús ha llevado al mundo una esperanza nueva y lo ha hecho como la semilla: se ha hecho pequeño, como un grano de trigo; ha dejado su gloria celeste para venir entre nosotros: ha “caído en la tierra”. Pero todavía no es suficiente. Para dar fruto Jesús ha vivido el amor hasta el fondo, dejándose romper por la muerte como una semilla se deja romper bajo tierra”. Y este vivir el amor hasta el extremo, que no es otra cosa que una muerte de cruz, es también el punto más alto del amor. En esta entrega total de amor podemos decir que “ha germinado la esperanza”.
Si alguien pregunta: ¿Cómo nace la esperanza?, nuestra respuesta debe ser: “De la cruz. Mira la cruz, mira al Cristo Crucificado y de allí te llegará la esperanza que ya no desaparece, esa que dura hasta la vida eterna” (Francisco).
Jesús, al hablarnos de grano de trigo que cae, que muere y da fruto, nos deja entrever que su muerte, la muerte de cruz, lejos de ser un fracaso, será precisamente lo que dará fecundidad a su vida. Al mismo tiempo, nos invita a cada uno de nosotros, cristianos hoy, a vivir según esta misma ley paradójica: para dar vida es necesario “morir”.
Es que no se puede engendrar vida sin dar la propia. No es posible ayudar a vivir si uno no está dispuesto a “desvivirse” por los demás. Esto nos lleva a romper nuestro egoísmo, a dejar de pensar en nosotros mismos, a no colocarnos en el centro de todo, debemos saber, como nos pide Francisco, “descentrarnos” y aprender a poner en el centro de todo al hermano, de manera especial al más pobre y abandonado.
Y así debe ser tu vida sacerdotal querido Stalyn, debe ser un “morir” para que otros tengan vida. Margarita, la madre de un gran santo, el santo de los jóvenes, le dijo el día de su ordenación: “Ya eres sacerdote, recuerda que comenzar a decir misa es comenzar a sufrir”. Y ese “sufrir” es un “morir”, es la semilla de tu vida que pones en la tierra, que cae en la tierra para dar fruto, un fruto abundante en la medida en que ames de verdad tu sacerdocio y desde ese amor sacerdotal ames total y enteramente a los fieles que el Señor irá poniendo en tu camino.
No creas que tu sacerdocio será un “camino de rosas”. Habrá alegrías, sí las habrán, pero te lo aseguro, habrán muchas dificultades y muchos sufrimientos, es decir, “habrá espinas” que te harán sufrir. Se sufre en el sacerdocio, y ese sufrimiento golpeará tu corazón pero te hará fuerte.
No te pongas en el centro, pon en el centro de tu sacerdocio a Cristo y a tu gente, a tu pueblo. Por Él eres sacerdote y para Él, presente en los demás, de manera especial en los más pobres, entregarás tu vida siendo esa semilla pequeña que cae en tierra y muere para que otros tengan vida, y una vida en abundancia.
Pon la mirada en la Cruz, pon la mirada en Cristo que está en la Cruz, porque no hay Cristo sin Cruz. La Cruz no es “algo”, es “alguien”, es Cristo. Es el Señor a quien debes mirar siempre y es la Cruz de Cristo que debes abrazar fuerte en tu vida sacerdotal. Que María, que supo estar al pie de la Cruz de su Hijo, sea siempre fortaleza en tu sacerdocio. ASÍ SEA.