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“¿Quién soy yo para ti?”

HOMILÍA EN LA FIESTA DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

Cayambe, 29 de junio de 2021

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Hoy es un día grande. Hoy celebramos la Solemnidad de San Pedro y San Pablo, columnas de la Iglesia y de nuestra fe. No podemos ni debemos separar a estos dos grandes testigos de la fe, pilares de nuestra Iglesia.

Y comparto esta Fiesta con ustedes, aquí en San Pedro de Cayambe, tan marcado por esta celebración, una celebración que mueve corazones, mueve el espíritu y mueve los cuerpos con la danza y el baile. Es Fiesta, y debemos hacer Fiesta pero debemos hacerla sin descuidar la bioseguridad y sobre todo, debemos dar el sentido cristiano a nuestra Fiesta.

La palabra de Dios nos presenta una palabra clave: CONFESIÓN. Pedro es un hombre que confiesa su fe, aunque luego sabemos que niega al Señor. Pedro es ese hombre de fe y negación, de llanto y arrepentimiento, de amor profundo al Señor al que se le encomienda que “apaciente los corderos”.

Jesús les pregunta a los discípulos en forma general: “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Las respuestas son variadas, son respuestas de los otros, ellos han escuchado lo que dicen del Maestro pero no es lo que ellos piensan. Esas respuestas de los discípulos no los involucran y no los comprometen en nada.

Luego el Señor les pregunta, ya no de manera general, sino particular: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”. Esta pregunta es decisiva, compromete la vida. A esta pregunta solamente responde Pedro: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. “Esta es la confesión: reconocer que Jesús es el Mesías esperado, el Dios vivo, el Señor de nuestra vida” (Francisco).

Jesús nos hace también hoy a nosotros esta pregunta esencial, la dirige a todos. Te la dirige a ti, a mí. La dirige a las autoridades, a los padres de familia, al esposo, a la esposa, a los niños y jóvenes. Todos, todos nosotros, cristianos, debemos buscar responder a esta pregunta si realmente queremos ser seguidores del Señor, como nos dice el Papa Francisco, si es que queremos descubrir al “Señor de nuestra vida”.

“Es la pregunta decisiva, ante la que no valen respuestas circunstanciales porque se trata de la vida, y la pregunta sobre la vida exige una respuesta de vida” (Francisco).

Nuestra vida cristiana no es tanto conocer una doctrina, saber el catecismo, que es importante por cierto, pero no es solamente eso. Pudiéramos saber mucho pero, si no se confiesa a Jesús como Señor de la propia vida de poco vale.

Me gusta mucho la frase del Papa Francisco que nos cuestiona a todos y nos hace reflexionar, y se las comparto hoy para que cada uno entre en su corazón y se responda a si mismo: “Jesús nos mira hoy a los ojos y nos pregunta: “¿Quién soy yo para ti?”. Es como si dijera: “Soy yo todavía el Señor de tu vida, la orientación de tu corazón, la razón de tu esperanza, tu confianza inquebrantable?”…”

Pasemos hoy de la primera a la segunda pregunta de Jesús, pasemos de respuestas genéricas a respuestas de vida, pasemos de palabra a obras concretas, a un jugarnos la vida por el Señor, porque confesamos la fe, porque asumimos a Cristo como el Señor de nuestra propia vida.

Y el poner al Señor como Señor de nuestra propia vida nos compromete a dar testimonio, a ser cristianos en camino, en salida, cristianos que construyen el Reino de Dios cada día, nos compromete a ser apóstoles que en su ambiente, en su vocación concreta, en su trabajo de cada confiesan a Jesús y dan testimonio de Él porque lo llevan en el corazón.

Y aquí me atrevo a hacerles una pregunta a todos ustedes queridos hermanos:

¿Llevan a Jesús en el corazón? Y puedo hacer otras preguntas: ¿En qué hacen consistir ustedes el llevar a Jesús en el corazón? ¿Son cristianos que ponen en el centro de sus vidas al Señor?

Francisco nos dice que “quien confiesa a Jesús sabe que no ha de dar sólo opiniones, sino la vida; sabe que no puede creer con tibieza, sino que está llamado a “arder” por amor; sabe que en la vida no puede conformarse con “vivir al día” o acomodarse en el bienestar, sino que tiene que correr el riesgo de ir mar adentro, renovando cada día el don de sí mismo. Quien confiesa a Jesús se comporta como Pedro y Pablo: lo sigue hasta el final, no hasta un cierto punto sino hasta el final. Y lo sigue en su camino, no en nuestros caminos. Su camino es el camino de la vida nueva, de la alegría y de la resurrección, el camino que pasa también por la cruz y la persecución”.

El poner al Señor como Señor de nuestra propia vida nos compromete también a servir al hermano concreto, al hermano más necesitado, al hermano “descartado”. Y hoy más que nunca, cuando es Cristo quien mueve nuestra vida, salimos de nosotros mismos y vamos al encuentro del hermano y extendemos nuestra mano solidaria. En este tiempo de llanto, de dolor, de desesperanza y de muerte causado por la pandemia, en este tiempo en el que muchos pasan hambre y han perdido el empleo o han dejado de estudiar, debemos preguntarnos qué nos pide el Señor. No nos pide una indiferencia, nos pide saber ver con el corazón la realidad y responder con la vida misma.

Estas son las dos tareas que les dejo a ustedes en esta fiesta, el dar testimonio y el ser solidarios. Celebren con alegría pero que no se quede todo solamente en una fiesta que pasa sino una fiesta que se hace vida, una vida de fe, de servicio, de entrega, de confesión del Señor de la Vida. ASÍ SEA.