Seamos esa Iglesia de puertas abiertas
Quito, 11 de julio de 2021
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus. sdb
Preparando esta homilía me encontré con una reflexión sencilla pero que me pareció interesante. Quizás recordamos cuando el Papa Francisco realizó su primer viaje, se lo vio subir al avión con un maletín negro. Muchos se preguntaron qué llevaba en el maletín, quizás documentos secretos del Vaticano que no se atrevía a dejar en casa. Alguien se atrevió luego a preguntarle y el Papa le enseñó su contenido: el breviario para rezar, unas camisas y su afeitadora: “Ni siguiera una sotana de repuesto”.
Este hecho lo relaciono con lo que Jesús nos pide como Iglesia en este día. Se nos invita a ser “evangelizadores”, a “evangelizar”, pero recuperando el estilo auténtico, estamos llamados a ser “nuevos evangelizadores”, despojándonos de actitudes que poco a poco se nos han ido pegando.
Es una llamada clara, Jesús envía a sus discípulos a una misión de dos en dos. En esa llamada se nos envía a todos nosotros hoy. Al igual que ayer, en una sociedad donde lo que importaba era poder, éxito, prestigio, el quedar por encima de los demás, los discípulos fueron enviados para sanar sin esperar nada a cambio, para dar a los demás sin buscar algo para sí mismos.
Y nos podemos preguntar nosotros, y debemos hacerlo con valentía: ¿En la Iglesia se siente hoy la urgencia de evangelizar? ¿En qué puede consistir esta evangelización nueva? ¿Dónde puede estar la novedad de esta evangelización?
¿Qué hemos de cambiar? ¿Cuál fue realmente la intención de Jesús al enviar a sus discípulos a prolongar su tarea evangelizadora?
El Papa Francisco nos dice con claridad: “Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo”. Como dice él, “ES URGENTE”. Y me pregunto si sentimos esa urgencia o no, o si somos parte de una “Iglesia de sofá”, una Iglesia “acomodada”, “instalada”.
En el relato de Marcos es claro que solo Jesús es la fuente, el inspirador y el modelo de la acción evangelizadora de sus discípulos y de nosotros hoy. Los discípulos actuarán con su autoridad. No harán nada en nombre propio. Ellos son “enviados”, aquí un rasgo importante. Como dice el Evangelio: “…llamó Jesús a los Doce y los fue enviado de dos en dos”. Es el Señor el que llama y que envía. Son enviados a anunciar el Evangelio, no habrá otros intereses, se dedicarán a abrir caminos al Reino de Dios.
Nosotros hoy también somos llamados y somos enviados, pero: ¿estamos unidos a Jesús? ¿Jesús es la fuente de nuestra misión en la Iglesia? ¿Te sientes enviado tú que eres laico o crees que solamente unos pocos son los enviados?
Un gran biblista afirma que, “No habrá nueva evangelización si no hay nuevos evangelizadores, y no habría nuevos evangelizadores si no hay un contacto más vivo, lúcido y apasionado con Jesús” (José Antonio Pagola). ¿Sentimos esa pasión por Jesús? Si no la sentimos nos resultará muy difícil “contagiar” el mundo, nuestro mundo que es la familia, el barrio, el trabajo, los amigos, la parroquia, con el Espíritu de Jesús.
El Señor les da su “autoridad” a sus discípulos, una autoridad diferente, que no es para controlar, gobernar o dominar, todo lo contrario, es una autoridad para servir y ese servir se verá expresado en el “expulsar espíritus inmundos”, liberando a la gente de lo que les esclaviza, oprime y deshumaniza.
Y hoy debemos ir al mundo con esa “autoridad del Señor”, es que hoy hay tanto por liberar, hay tantas esclavitudes que nos tienen atados y ahí debemos estar los cristianos, liberando con el Espíritu de Jesús.
¿De qué debemos liberar hoy? Creo responder que debemos liberar de la pobreza, del miedo, de la desesperanza, de la indiferencia y debemos contagiar de confianza y esperanza en el Señor.
Y estamos llamados a ir con lo necesario, no con lo que estorba. Marcos nos dice que los discípulos sólo llevarán “bastón, sandalias y una túnica”, es decir lo necesario. No se necesita de más, lo otro estorba, es que para ser testigos se necesita lo esencial.
Y aquí traigo frases de Francisco en la Evangelii Gaudium. Él afirma: “La comunidad evangelizadora se mete con obras y gestos en la vida cotidiana de los demás, achica distancias, se abaja hasta la humillación si es necesario, y asume la vida humana, tocando la carne sufriente de Cristo en el pueblo”. Con lo esencial debemos asumir esa misión evangelizadora, para “sanar”, para “curar”, para “liberar”. Y esto es una URGENCIA HOY.
Y Francisco sueña con una “opción misionera” de la Iglesia. Lo afirma: “Sueño con una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura social se convierta en cauce adecuado para la evangelización del mundo actual”.
Estas palabras vienen muy bien ahora que hemos recordado seis años de su Visita Pastoral al Ecuador. ¿Hemos hecho realidad este sueño de Francisco? ¿Somos como Iglesia del Ecuador una Iglesia misionera? Recuerdo claramente el lema de la Visita del Papa: “A Evangelizar con alegría”. Quizás nos quedamos con la alegría de su presencia, pero no nos comprometimos a salir y evangelizar y a hacerlo con la alegría de ser apasionados con Jesús y apasionados del Reino de Dios.
Hemos perdido, me atrevo a afirmarlo, ese estilo “itinerante” que nos pide Jesús en el Evangelio de hoy. Nos falta ser creativos en nuestra evangelización, nos falta arriesgarnos. Nos hemos alejado de muchos, de manera especial de los jóvenes y de los pobres. Ahí está nuestro gran desafío como Iglesia, y como Iglesia de Quito de manera particular.
Quiero terminar recordando que Francisco nos pide ser una “Iglesia en salida”, es decir “una Iglesia con las puertas abiertas. Salir hacia los demás para llegar a las periferias humanas no implica correr hacia el mundo sin rumbo y sin sentido. Muchas veces es más bien detener el paso, dejar de lado la ansiedad para mirar a los ojos y escuchar, o renunciar a las urgencias para acompañar al que se quedó al costado del camino. A veces es como el padre del hijo pródigo, que se queda con las puertas abiertas para que, cuando regrese, pueda entrar sin dificultad”.
Seamos esa Iglesia de puertas abiertas, esa Iglesia que acoge, que escucha, que espera, que se acerca, que abre sus brazos, que sana, perdona, libera. Una Iglesia con corazón, apasionada del Señor. Y comiencen a serlo queridos hermanos en su propia casa, en su propia familia, ahí comienza Evangelización nueva. ASÍ SEA.