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Seamos esa Iglesia valiente en un mundo de temor

Homilía en la Fiesta de la Ascensión Del Señor y fiesta de María Auxiliadora

Quito, 24 De Mayo De 2020

  • Hoy es un día de “doble fiesta”. Celebramos la Solemnidad de la Ascensión de Jesús a los cielos y celebramos la Fiesta de María Auxiliadora.
  • Hemos vivido la alegría de la Pascua desde la Vigilia Pascual hasta este día y nos preparamos para celebrar Pentecostés el próximo domingo.
  • La Ascensión de Jesús al cielo constituye el término de su misión aquí en la tierra. La continuación de tal misión será tarea de toda la Iglesia. Será tarea mía, tarea tuya, tarea de cada sacerdote, tarea de todo cristiano.
  • El Papa Francisco afirma que “la presencia de Cristo en el mundo se produce mediante la mediación de los discípulos, de aquellos que creen en Él y lo anuncian”.
  • Nadie puede sentirse excluido de esa misión. Es misión de todos. Es una misión que durará hasta el fin de la historia. No lo haremos solos, el Señor estará con nosotros hasta el final de los tiempos.
  • ¿Dónde se da la Ascensión del Señor? Lo dice el Evangelio de hoy: En Galilea. Allí había nacido todo, allí había comenzado la aventura de seguir a Jesús. Allí habían dejado sus redes y habían corrido el riesgo de dejarlo todo. Y es allí, desde Galilea, donde el Señor los enviará por todo el mundo.
  • ¿A quiénes envía? A los discípulos, que estaban un poco asustados, algunos “vacilaban”. Francisco lo señala claramente: “A esta comunidad asustada, Jesús le encarga su inmensa misión de evangelizar el mundo, y concreta este encargo en la orden de enseñar y de bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”
  • Todos nosotros hoy estamos asustados, vivimos una nueva realidad, una nueva normalidad y en este mundo de hoy, sumido en esta pandemia, somos enviados nuevamente. ¿Estamos decididos para asumir la misión de Jesús? ¿Somos capaces de convertirse en misioneros de Cristo? ¿Queremos llevar y testimoniar con sus vidas a Jesús en un mundo sumido en el dolor y en el desconsuelo?
  • Creo que lo haremos, quizás con temor y vacilando un poco, pero somos capaces de hacerlo. Seamos esa Iglesia valiente en un mundo de temor.
  • ¿Qué es necesario que hagan ustedes para cumplir esta misión? En primer lugar, debemos descubrir la ALEGRÍA DEL EVANGELIO. Descubrir la alegría que nos da el encuentro con Jesús, el hacer una opción de vida por Él. “Cuando nos dejamos tocar el corazón por el Señor, somos capaces de hacer grandes cosas”.
  • Debemos ser MISIONEROS DE LA VIDA, en segundo lugar. Debemos anunciar con la vida, con la palabra y con nuestro testimonio, que nos hemos dejado tocar el corazón por Jesús.
  • Ser “misioneros de la vida” es ser hombres y mujeres que aman, que están comprometidos con la vida, que sirven a los demás, que dan sus vidas por los demás. Y esto hoy es más urgente que nunca. Hoy debemos ser portadores de vida y constructores de vida. Muchos han vivido la experiencia de la muerte en sus familias, muchos viven verdaderos dramas en sus familias, y allí debemos llegar nosotros, portando vida, llevando solidaridad.
  • Si hay un texto que me gusta mucho en las lecturas de hoy es aquel que le dicen a los discípulos: “¿Qué hacen allí mirando al cielo?
  • Hay que mirar al cielo, eso no lo niego, pero no nos podemos quedar mirando al cielo. No podemos ser cristianos que no vemos la realidad, no podemos ser indiferentes frente al sufrimiento del hermano, no podemos no ver el dolor a nuestro lado. El cristiano está metido en el mundo y debe ser “fermento de este mundo”, para ello hay que mirar al otro, estar atento al otro para poder salir a dar la mano, a ser misionero de vida.
  • En tercer lugar, debemos asumir un COMPROMISO CON LA VIDA. Un compromiso que nos hará “salir” para llevar la Buena Noticia de Jesús. Debemos ir y anunciar a Jesús en el mundo. La Iglesia somos todos, y este día de la Ascensión nos compromete a ello.
  • Arriesguémonos a dar sentido a nuestras vidas con la presencia de Jesús en el corazón. Él hoy ha ascendido a los cielos, pero no nos deja solos, Él está con nosotros y su Espíritu llegará para convertirnos en esos misioneros de vida, alegres y comprometidos con los demás.
  • Y hoy, queridos hermanos, como Iglesia y como Familia Salesiana, celebramos la Fiesta de MARÍA AUXILIADORA.
  • María es AUXILIADORA, es la Madre cercana, la Madre que está en medio de nosotros. Así lo sentía y lo vivía Don Bosco. Son conocidas sus palabras a las Salesianas, en Niza-Monferrato, cuando les dijo: “Quiero decir que la Virgen está aquí precisamente, ¡aquí en medio de ustedes! La Virgen se pasea por esta casa, y la cubre con su manto”.
  • No sé si sentimos así la presencia de María en nuestras vidas. ¿La Virgen está en nuestras casas? ¿La sentimos presente? ¿Estamos convencidos de que nos cubre con su manto?
  • Celebrar a la Auxiliadora es comprometernos a hacernos AUXILIADORES de los demás. Y hoy debemos realmente ser “auxiliadores”. El que auxilia es el que da la mano, el que levanta, el que salva, el que rescata al otro. Cuando estamos en peligro gritamos fuerte: AUXILIO. Sí, gritamos como cristianos a María que nos “auxilie”, y confiamos en Ella, porque Ella es la Virgen de los tiempos difíciles.
  • Y hoy muchos nos gritan “auxilio” y debemos escucharlos. Para ser “auxiliadores” hay que estar CERCANOS, no lejanos; cercanos para escuchar al otro, cercanos para acudir pronto al otro.
  • Para ser “auxiliadores” hay que SALIR, no podemos auxiliar al otro a control remoto, debemos acercarnos al hermano y darle la mano.
  • Y ser “auxiliadores” es ser MISERICORDIOSOS. Y, como nos dice Francisco, el mundo necesita de la misericordia, porque “un poco de misericordia hace al mundo menos frío y más justo”. Y para ser misericordiosos necesitamos un corazón fuerte, firme, abierto a Dios.
  • María fue esa mujer misericordiosa, en salida, de prisa salió donde su prima Isabel, estuvo atenta, auxiliando a los novios en las Bodas de Caná, supo acoger con amor a su hijo, estuvo firme al pie de la cruz.
  • San Juan Pablo II nos dejó un desafío a los salesianos: “Que les acompañe la Virgen Santa, a quien ustedes invocan con el hermoso título de María Auxiliadora. A ejemplo de Don Bosco, pongan en Ella toda su confianza. Propongan su devoción a cuantos encuentren. Con su ayuda se puede hacer mucho más aún. Le gustaba repetir a Don Bosco que en su Congregación es Ella quien lo ha hecho todo”.
  • Sí, “Ella lo ha hecho todo”, estas palabras de Don Bosco, al final de su vida, deben ser para nosotros un camino para vivir. Que María Auxiliadora lo haga todo, pongamos todo en sus manos y confiemos en Ella, cobijémonos bajo su manto.