"Sueño con pastores dispuestos a dar la vida por sus fieles"
Bethania, 25 de abril de 2021
Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb
Este IV domingo de Pascua es llamado “Domingo del Buen Pastor”. Hoy recordamos a los “pastores” y se nos pide orar por las vocaciones.
Y para mí es una alegría grande celebrar hoy este Domingo del Buen Pastor aquí, en medio de ustedes, queridos hermanos formadores del Seminario Mayor “San José” y querido seminaristas. Estoy aquí, como el Pastor que cuida, acompaña, guía, orienta y sirve a quienes van a ser los pastores de esta Iglesia de Quito.
El Evangelio de hoy nos habla del “Buen Pastor”. Una imagen que puede traer a nuestra mente muchas cosas, pero quizá la que más caracteriza el oficio del pastor es que estamos ante alguien que se dedica a cuidar.
Jesús lo dice claramente: “Yo soy el Buen Pastor”. Él se presenta como quien se entrega de forma incondicional al cuidado de todo “su rebaño”, rebaño confiado por el Padre. Con este Pastor que cuida de su rebaño, no podemos sentirnos abandonados, olvidados, despreciados o marginados, porque hay alguien, que es el mismo Jesús, pastor bueno, que estará dispuesto a todo, incluso a entregar la vida, con tal de que nadie sea maltratado ni humillado.
Respecto de este Domingo del “Buen Pastor”, el Papa Francisco nos dice: “Cada año nos invita a redescubrir, siempre con nuevo asombro, esta definición que Jesús ha dado de sí mismo, leyéndola a la luz de su pasión, muerte y resurrección. “El Buen Pastor ofrece la vida por las ovejas”: estas palabras se realizan plenamente cuando Cristo, obedeciendo libremente la voluntad del Padre, se ha inmolado en la Cruz. Entonces queda completamente claro qué significa que Él es “el Buen Pastor”: da la vida, ha ofrecido su vida en sacrificio por nosotros. Por ti, por ti, por mí, por todos. ¡Por eso es el Buen Pastor!”.
¿Qué pastores quieren los fieles para este tiempo tan duro que vivimos? ¿Con qué pastores soñamos como Iglesia? ¿Qué pastores estamos dispuestos a ser?
Yo les puedo decir qué pastores quiero y sueño para esta Iglesia de Quito, y se los digo a ustedes, queridos seminaristas, porque son esos pastores del mañana, pero pastores que se forman hoy, porque el buen pastor no se improvisa, va formándose poco a poco, va moldeando su ser de pastor y sobre todo, va tallando su corazón de pastor.
Y ahí está lo primero, sueño con pastores con corazón. Sueño con pastores que aman porque se sienten amados por Dios. Sueño con pastores tiernos, cercanos y misericordiosos. No sean nunca pastores fríos, alejados, indiferentes al dolor de su pueblo.
Sueño con pastores que estén atentos a cada una de las personas que les han sido confiadas. Como nos dice claramente Jesús en el Evangelio: “… que conozco a las mías y las mías me conocen”. Pastores que conozcan en profundidad el corazón de sus fieles, conozcan los deseos, las esperanzas, como también los errores y decepciones, las alegrías y tristezas.
Sueño con pastores que sepan acoger y amar. Francisco, cuando habla de Jesús Buen Pastor, nos dice: “…nos acoge y nos ama como somos, con nuestros méritos y nuestros defectos”. El buen pastor, ustedes, que deberán ser esos buenos pastores, deben aprender a acoger y a amar, acoger siempre, en todo momento, y esto no resulta fácil, porque el buen pastor ya no tiene tiempo para sí, su tiempo es para los demás, su tiempo es para cuidar al rebaño que tiene que apacentar.
Sueño con pastores que sepan custodiar y sobre todo, guiar con amor a todos, sobre todo a los más pobres. Sueño con pastores que ayuden “a atravesar los senderos inaccesibles y las rutas a veces peligrosas que se nos presenta en el camino de la vida” (Francisco). Y hoy necesitamos más que nunca de esos pastores, porque el camino a causa de esta pandemia es duro, frágil, lleno de incertidumbres y de cuestionamientos.
Sueño con pastores que escuchen la voz del Señor, que sepan escuchar y reconocer esa voz. Sueño con pastores, hombres de oración, en intimidad con el Buen Pastor que los ha llamado a ser sus pastores. Desde esa intimidad, desde ese encuentro corazón a corazón con Cristo Buen Pastor, podrán enseñar a otros el camino para llegar a Él, para descubrirlo a Él y para que escuchen la voz de Él.
Sueño con pastores proféticos, que sepan levantar la voz de la justicia, de la verdad, de la libertad. Pastores que no tengan miedo de hablar, que no se prediquen a sí mismos, sino que prediquen al Señor, prediquen su Reino de amor. Pastores en salida hacia los más pobres y descartados.
Sueño con pastores dispuestos a dar la vida por sus fieles, no quiero pastores asalariados, que busquen únicamente su beneficio o comodidad personal. Como nos dice Jesús, “…el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye”. No quiero que ustedes sean ese tipo de pastores. No huyan, no abandonen, no dejen solas a sus ovejas. El buen pastor está allí, en medio de su pueblo, sirviendo a su pueblo, jugándose la vida por sus fieles, ayudándoles a salir adelante, de manera especial en este tiempo de pandemia.
Sueño con pastores fraternos, constructores de comunidad. Sueño con pastores alegres, decididos, entusiastas, creativos, Sueño con pastores que sepan ver la realidad, hoy una realidad más dura, una realidad de pobreza lacerante que golpea a miles de miles, que sepan discernir y orientar, que sepan dar una palabra de aliento y de esperanza.
Sueño con pastores que renueven cada día su “sí” al Señor. Pastores que amen su vocación, que se sientan felices de ser pastores, pastores que no vean su misión como una carga sino como un servicio, como una entrega.
Recordemos, como nos dice Francisco, “… que Jesús es el único Pastor que nos habla, que nos conoce, que nos da la vida eterna y que nos custodia. Nosotros somos su rebaño y sólo debemos esforzarnos en escuchar su voz, mientras con amor Él escruta la sinceridad de nuestros corazones”.
Estos son los pastores que sueño para esta Arquidiócesis, ¿están dispuestos ustedes, queridos seminaristas, a ser esos pastores? ¿Qué les falta para serlo? No busquen aquí una carrera, un prestigio, un nombre, un ser más sobre los demás. Si eso buscan, éste no es su camino, no es el camino de la Iglesia de hoy.
Les recuerdo las tres palabras de Francisco para esta Jornada de Oración por las vocaciones: SOÑAR, SERVIR, FIDELIDAD. Sueñen con ser pastores que dan la vida, sirvan dando esa vida, y sean siempre fieles. ASÍ SEA.