Un Dios que te “primerea”
Cumbayá, 13 de mayo de 2023
Hoy es tu “Primera Misa” querido Xavier. Me puedo imaginar la emoción, el nerviosismo, la alegría profunda, que inunda tu corazón en este momento. Todos los que somos sacerdotes hemos vivido esos y otros sentimientos en nuestra primera misa. Y desde ya, va mi consejo de padre. Vive cada día la celebración de la Eucaristía como si fuera la primera, la del primer amor. No caigas nunca en la rutina. Esto se dice fácil, pero cuando sean varias las que debas celebrar en un día, te darás cuenta de que la rutina y el cansancio pueden llegar, ante ello, pon en cada misa tu corazón, el mismo corazón que se desborda hoy.
Estoy seguro de que repites con el salmista lo que hemos proclamado hoy: “Las obras del Señor son admirables. Aleluya. Que aclame al Señor toda la tierra. Celebremos su gloria y su poder, cantemos un himno de alabanza”. Y tu ser entero, con lo “largo” que es, canta ese himno de alabanza y agradece al Señor el don recibido esta mañana.
Has sigo ungido y desde hoy serás enviado a las “Samarías” de estos tiempos, como Felipe que fue a Samaria a predicar a Cristo. Allí, en esas realidades complejas de hoy, te tocará proclamar la Buena Nueva, te tocará ser portador de misericordia, tendrás que sanar, curar, liberar y dar la paz a tantos y tantos, de manera especial a los jóvenes, para los que te sientes llamado de una manera especial.
Ten la seguridad, querido Xavier, que la entrega que hagas por el bien del prójimo junto con la predicación en las Samarías de hoy, muchos no lo comprenderán, te juzgarán y creerán que estás perdiendo tiempo, energías y que no es necesario. Es que las voces del mundo quieren acallar la voz del Espíritu Santo. No les hagas caso, tú ve, anuncia y denuncia, salva y libera, ama y perdona, y hazlo siempre con un profundo amor, no anunciándote a ti mismo sino anunciando a Cristo, es a Él a quien debes siempre anunciar y es Él quien te enviará a tantos desiertos de hoy.
El Apóstol Pedro nos dice en la segunda lectura: “Veneren en sus corazones a Cristo, el Señor, dispuestos siempre a dar, al que las pidiere, las razones de la esperanza de ustedes. Pero háganlo con sencillez y respeto y estando en paz con su conciencia”.
Yo me pregunto sobre cuáles son las razones de tu esperanza, cuáles son las razones para llegar a este momento en tu vida, cuáles son las razones para entregar tu juventud, para haber dejado una profesión y seguir un camino diferente, un camino nuevo, un camino que seguramente cuestionó a muchos. Hay que estar un poco “locos” para hacer lo que hiciste, pero doy gracias por esa “locura de tus años jóvenes”, una locura por Cristo y los hermanos. Y hoy, como también mañana, con tu entrega al hermano cercano, con tu ser sacerdote, dándote por entero y sin mirar a quien, creo que será la mejor y mayor forma de dar razón a esa esperanza, como Cristo en la cruz.
Y Jesús en el Evangelio de hoy nos lanza un desafío y al mismo tiempo nos da un consuelo, una esperanza. “Si me aman, guardarán mis mandamientos. Yo le pediré al Padre que les de otro defensor, que esté siempre con ustedes, el Espíritu de la verdad…”
Eres sacerdote, lo serás siempre, pero, te lo pido con todo mi corazón de padre, sé un sacerdote que vive en ese “Espíritu de la verdad”. Que no es una doctrina, que no lo encontrarás en los libros. Es algo más profundo. Jesús nos lo dice, que “vive con nosotros y está en nosotros”. Ese “Espíritu de la verdad” será para ti, aliento, fuerza, luz, amor, es Dios que llega a tu vida y que lo debes acoger con corazón sencillo y confiado.
No te creas nunca “propietario” de la verdad. Tienes que estar abierto a la verdad del Señor, escuchando, acogiendo y viviendo su Palabra y comunicándola con obras y palabras a los demás.
Sé testigo de la verdad de Cristo y para ello, querido Xavier, deberás vivir la verdad del Evangelio y “amar a Jesús guardando sus mandamientos”. Ese “Espíritu de la verdad”, estará en tu corazón y te defenderá de todo lo que busque apartarte del Señor y del servicio a los hermanos. Debes abrirte con sencillez al misterio de un Dios cercano, un Dios que te “primerea” como nos dice Francisco, un Dios que sale a buscarte y que lo hará siempre, un Dios Amigo de la vida.
Ese “Espíritu de la verdad” te dará un corazón libre para amar de verdad, para amar como ama Dios, para dar tu vida sacerdotal en cada acción, buscando al que sufre, al marginado, al descartado de la sociedad. Recuerda que Dios, como nos dice el Papa Francisco, “Se ha revelado en la historia por medio de acciones marcadas por la compasión…Dios no ignora nuestros dolores y sabe cuánto necesitamos de su ayuda y consuelo, se hace cercano y no nos abandona nunca”.
Movido por este “Espíritu de la verdad”, sal al encuentro del hombre que sufre, y hoy son miles los que sufren en nuestra sociedad. Este compadecerte del que sufre, te hará sufrir. Haz tuyos los sufrimientos de los otros. No mires el sufrimiento “desde arriba”, inclínate, y a ti te costará mucho hacerlo, abájate, toca la herida del que sufre, comparte su dolor, sé un sacerdote lleno de misericordia y ama, da todo por amor y con amor.
Te digo algo muy concreto, querido Xavier; no podrás nunca ser sacerdote sin meterte, sin comprometerte, sin “embarrar” tus manos en la realidad de este mundo tan lleno de injusticias, sin hacer tuyas las “Samarías” juveniles de hoy, acércate a ellas.
Ten un amor sacerdotal comprometido con el hermano, un amor que se haga concreto en la vida del otro, es que “el verdadero amor tampoco hace distinciones entre personas, sino que ve a todos como prójimos que necesitan de nuestra ayuda y cercanía” (Francisco). Si vives así tu sacerdocio estrenado hoy, será, estoy seguro, la mayor razón de tu esperanza, de tu vida, de tu entrega, de tu “sí” generoso y para siempre que has dicho hoy.
Termino recordándote que tu vida sacerdotal, querido Xavier, deberá estar marcada por el servicio. Francisco lo dice claramente: “Dios me eligió, me sacó, ¿para qué? Para servir”. Sí mi querido hijo, te sacó de tu tierra de los cuatro ríos y te trajo a la “Carita de Dios”, te sacó de tu casa, de tu familia, de tus amigos, para “servir, servir y no hacer otra cosa y servir cuando estemos cansados”, como nos dice Francisco.
Como tienes un corazón salesiano, que nuestra buena Madre, la Virgen del Quinche, sea siempre tu “Auxilio” en tu sacerdocio. Tómala de la mano, que Ella sea siempre la Virgen de los tiempos difíciles. ASÍ SEA.