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“Vengan… los haré pescadores de hombres”

HOMILÍA DEL III DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO

Pintag, 22 de enero de 2023

Por Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb

Este III domingo del Tiempo Ordinario está marcado por tres acentos: Domingo de la Palabra, Semana de la oración por la unidad de los cristianos y, la llamada de Jesús a la conversión y al seguimiento.

El Papa Francisco, en el año 2019 establecía el Domingo de la Palabra, nos decía: “Establezco que el III Domingo del tiempo ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios… Urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas”.

Les pregunto y me pregunto: ¿Nos acercamos a la Palabra de Dios? ¿Escuchamos la Sagrada Escritura para llevarla a la vida? ¿Qué lugar ocupa la Palabra de Dios en mi vida? ¿Tenemos familiaridad con ella?

No puede ser un adorno en nuestras casas o no tenerla. ¿Cómo podemos ser verdaderos cristianos si no tenemos esa cercanía con la Palabra de Dios? Todos deberíamos leer, meditar, reflexionar y preguntarnos: ¿Qué me dice hoy esta Palabra a mi vida? ¿A qué me compromete?

Por eso, preguntémonos hoy sobre la Palabra que ha sido proclamada. El Evangelio de hoy, nos presenta el comienzo de la misión pública de Jesús. Esto ocurre en Galilea, un área periférica con respecto a Jerusalén, y a la que se miraba con recelo por su mezcla con los paganos. Como nos dice Francisco: “Nada bueno ni nuevo se esperaba de esa región; en cambio, fue allí donde Jesús, que había crecido en Nazaret de Galilea comenzó su predicación”

¿Cómo comenzó Jesús su predicación? Lo hace con un a frase muy simple: “Conviértanse, porque está cerca el Reino de los Cielos”. ¿Qué significa? Debemos entender por Reino de los Cielos, el Reino de Dios, es decir, su forma de estar entre nosotros. Jesús nos dice que el Reino de los Cielos está cerca, que Dios está cerca. “Aquí está la novedad de este primer mensaje. Dios no está lejos, el que habita los cielos descendió a la tierra, se hizo hombre. Eliminó las barreras, canceló las distancias… Él vino a nosotros, vino a nuestro encuentro”. (Francisco).

¿Sentimos y vivimos esa cercanía de Dios o seguimos pensando en un Dios lejano, distante, inalcanzable? Si así piensas tú, creo que es lo primero que debes cambiar. “La proclamación de Jesús de que está cerca el Reino de los Cielos es como un poderoso rayo de luz que atraviesa la oscuridad y penetra la niebla…” (Francisco). Todos nosotros, debemos dejarnos iluminar por esa luz del Señor en nuestras oscuridades de vida. Todos debemos cuidar esa cercanía y amistad de Dios, debemos cuidar ese don.

Los profetas siempre llamaron a la conversión. Hoy escuchamos esa llamada de boca de Jesús. Es claro que nadie se convierte por imposición sin o por invitación. Jesús nos invita hoy a la conversión.

Desde la alegría que nos da el saber la cercanía de Dios, una cercanía que es por amor, desde allí, entendemos la invitación directa de Jesús: “Conviértanse”, es decir, “cambia tu vida”.

Francisco nos dice: “Cambia tu vida porque ha comenzado una nueva forma de vivir: ha terminado el tiempo de vivir para ti mismo; ha comenzado el tiempo de vivir con Dios y para Dios, con los demás y para los demás, con amor y por amor. Jesús también te repite hoy: “¡Ánimo, estoy cerca de ti, hazme espacio y tu vida cambiará!”. Jesús llama a la puerta. Es por eso que el Señor te da su Palabra, para que puedas aceptarla como la carta de amor que escribió para ti, para hacerte sentir que está a tu lado. Su Palabra nos consuela y nos anima. Al mismo tiempo, provoca la conversión, nos sacude, nos libera de la parálisis del egoísmo. Porque su Palabra tiene ese poder: cambia la vida, hace pasar de la oscuridad a la luz. Esta es la fuerza de su Palabra”.

Tú estás invitado, tú respondes o no a la invitación a la conversión. Puedes quedarte en la oscuridad de tu vida, en tu egoísmo, violencia, ira, irresponsabilidad, irrespeto, y en tantas situaciones más o asumir algo nuevo, sí, porque puedes construir algo nuevo en tu vida. Pero ten presente que muchas veces es imposible cambiar de vida, abandonar el pecado porque centramos nuestra conversión sólo en uno mismo y en nuestras propias fuerzas. Si así lo hacemos, no cambiaremos. Debemos centrar nuestro cambio en Cristo y en su Espíritu.

“Nuestra fidelidad al Señor no puede reducirse a un esfuerzo personal, no. Nuestra fidelidad al Señor debe expresarse en una apertura confiada de corazón y mente para recibir la Buena Nueva de Jesús. ¡Es esto, La Palabra de Jesús, la Buena Nueva de Jesús, el Evangelio, lo que cambia el mundo y los corazones! Estamos llamados, por lo tanto a confiar en la palabra de Cristo, a abrirnos a la misericordia del Padre y a dejarnos transformar por la gracia del Espíritu Santo” (Francisco).

Aquí comienza el verdadero camino de la conversión. Eso sucedió con los primeros discípulos: el encuentro con Jesús, con su mirada, con su palabra, les dio el impulso para seguirlo, para cambiar su vida, dejar sus redes, su mundo, su realidad, dejarlo todo y ponerse al servicio del Reino de Dios.

Jesús les hace la invitación directa: “Vengan… los haré pescadores de hombres”.

Una llamada a pescadores, gente sencilla, gente de pueblo: Habla a los pescadores, por eso usa un lenguaje comprensible para ellos. Los atrae a partir de su propia vida. Los llama donde están y como son, para involucrarlos en su misión.

Me gusta mucho lo de “inmediatamente dejaron sus redes y lo siguieron”. ¿Por qué inmediatamente? Porque se sintieron atraídos. No habían recibido una orden, fueron atraídos por su amor. “El encuentro sorprendente y decisivo con Jesús inició el camino de los discípulos, transformándolos en anunciadores y testigos del amor de Dios” (Francisco).

¿Y nosotros? ¿Nos sentimos atraídos por el Señor? ¿Escuchamos su llamada hoy? Que el ejemplo de estos primeros anunciadores y mensajeros de la Palabra de Dios, hag a que cada uno de nosotros pueda moverse sobre las huellas del Señor, para ofrecer esperanza a los que tienen sed de ella. Tú también puedes ser “pescador de hombres”, aquí y ahora. Estamos llamados todos a ello.

Que María, nuestra Buena Madre nos dé la fortaleza para escuchar la Palabra, cambiar nuestra vida, dejar las redes y empezar a ser “pescadores de hombres”. ASÍ SEA.