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Arquidiócesis

Dos nuevos diáconos fueron ordenados por el Arzobispo de Quito

Quito, 20 de octubre de 2020

José Colmenárez.- 

El Arzobispo de Quito y Primado del Ecuador, Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb, ordenó a dos seminaristas, diáconos transitorios de la Comunidad de los Padres Carmelitas Descalzos el pasado viernes 16 de octubre en la Parroquia Santa Teresita.

Dada la situación de la emergencia sanitaria y las estrictas medidas de bioseguridad que ha implementado la Arquidiócesis de Quito, la celebración se realizó a puertas cerradas y con un aforo reducido.

Los nuevos diáconos son el Fray Diego Rentería nacido en Guayaquil y el Fray Darwin Castro oriundo de Cali – Colombia, quienes han completado su formación teológica en Bogotá -Colombia. En la actualidad el Fray Diego es conventual de la Parroquia de El Carmelo y el Fray Darwin de la Parroquia Santa Teresita.

En la homilía Mons. Alfredo, llamó a esta celebración litúrgica como una “fiesta de amor (…) porque el Señor sigue llamando a seguirlo más de cerca y porque hay jóvenes que saben responder, arriesgando todo y poniéndose en camino”.

Por otro lado, en un tono sincero y cercano, Mons. Espinoza, aseguró que normalmente a una fiesta se lleva un regalo, por lo que aprovechó el momento para obsequiarle a los nuevos diáconos, los regalos de la disponibilidad, de la decisión, de la debilidad, del diálogo y principalmente el don de Dios en sus vidas.

Les invitó a dar la vida con alegría, “la alegría de sentirse amados, llamados y enviados por Dios. La alegría de saber que Dios está hoy y estará siempre con ustedes”.

Por los último les invitó aceptar estos regalos, sabiendo que “«La paga y el jornal del amor es recibir más amor hasta llegar al colmo del amor. El amor solo con amor se paga»” (San Juan de la Cruz). ASÍ SEA”.

Lea la Homilía completa haciendo clic aquí

El Dato

“La ordenación de los diáconos se realizó dentro de la celebración de la Misa tras la proclamación del Evangelio”.

“Los ritos especiales son los siguientes: la llamada y presentación de los candidatos; la homilía del obispo; el escrutinio o interrogatorio, con las promesas diaconales, entre ellas, la de guardar el celibato; el canto de las letanías de los santos, con la postración de los ordenandos; la imposición de manos del obispo y la oración de consagración; la vestición de las dalmáticas, consistente en una casulla con mangas, y la entrega del libro de los Evangelios”.

“A partir de ese momento, prosiguió como de costumbre la celebración de la Misa, en la que los nuevos diáconos desempeñaron sus funciones propias: preparar el altar, dirigir las moniciones al pueblo, auxiliar al obispo en la plegaria eucarística, especialmente en lo relativo al cáliz, y distribuir la comunión”.

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