Arquidiócesis
Quito da la bienvenida al nuevo cardenal, Mons. Luis Cabrera
Con mucha alegría y entusiasmo, la Arquidiócesis de Quito ha dado la bienvenida al nuevo cardenal del Ecuador, Mons. Luis Cabrera, ofm, quien fue elevado a la dignidad cardenalicia por el Papa Francisco en el reciente consistorio celebrado en el Vaticano el 7 de diciembre. Esta designación resalta su labor pastoral y su dedicación al servicio de la Iglesia en el país.
La bienvenida a Mons. Cabrera se llevó a cabo este martes 17 de diciembre en la Catedral Primada del Ecuador, donde presidió una solemne misa en compañía del Arzobispo de Quito, Mons. Alfredo José Espinoza Mateus, sdb, del Nuncio Apostólico en el Ecuador, Mons. Andrés Carrascosa y de otros obispos del país. La ceremonia congregó a fieles, autoridades y representantes del clero, quienes se unieron en oración para agradecer a Dios por este significativo acontecimiento para la Iglesia ecuatoriana.
En la homilía de Mons. Luis Cabrera, abordó un tema fundamental: la importancia de las promesas que Dios cumple a través de su hijo, Jesucristo. Destacó cómo estas promesas son esenciales en la vida de los creyentes, ya que representan la fidelidad de Dios y su compromiso con la Iglesia.
Además, el Mons. Cabrera expresó su sorpresa al recibir el nombramiento como cardenal de la Iglesia, una designación que, según él, no esperaba. A pesar de la magnitud de la responsabilidad, enfatizó que asumirá este nuevo cargo con humildad y entrega total. Subrayó que su enfoque será siempre servir a la Iglesia con el mismo espíritu de dedicación y servicio que ha caracterizado su vida sacerdotal, consciente de que este nombramiento no es un honor personal, sino una oportunidad para servir mejor a Dios y a su pueblo.
Por su parte, Mons. Alfredo Espinoza Mateus, Arzobispo de Quito, destacó la importancia de este evento histórico, señalando que la creación de Mons. Cabrera como cardenal representa un paso más en el camino de la Iglesia ecuatoriana y reiteró al nuevo cardenal que en Quito tendrá también una catedral y los brazos abiertos de todo el pueblo fiel de Dios.