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Opinión

Opinión: Cuaresma y Vulnerabilidad

Quito, 26 de marzo de 2021

P. Fredy Garzón Flórez, ocd

La pandemia del COVID19 ha irrumpido inesperadamente con una nueva manera de vivir cada día, de hacer frente a esa sucesión de segundos, minutos y horas que se llama existencia. Todo aparece tan distinto, tan rápido, tan amenazante, que esa verdad que muchas veces disimulábamos con nuestros “muchos compromisos” puestos en nuestras agendas, con nuestros ‘ires y venires’. Aquí y allá nos hace frente y vuelve a decirnos, -ya no con una idea vaga en el intelecto sino tocando con una violencia disimulada en tantas vidas, hogares, familias, pueblos-: la vida es deleznable, la vida se agota, la vida es tan frágil que la “hermana muerte”, como la llamara San Francisco de Asís, anda muy cerca, camina con nosotros, se hace a nuestro paso.

Este tiempo de Gracia, que es la Cuaresma y Semana Santa, nos advierte año tras año esta realidad: la brevedad de la vida, su fragilidad intrínseca que todos llevamos por dentro y por fuera inscrita en nuestro propio ser. Esa ceniza que nos ponemos, al empezar este tiempo, y esas palabras que pronuncia el Ministro de este sacramental: “Recuerda que eres polvo y al polvo has de volver” nos anuncian esa Verdad que somos: Creaturas, débiles, frágiles, sostenidas, dependientes.

Nuestras tácticas y estrategias son necesarias, pero no suficientes. La vida y la muerte nos desbordan. Por eso, en ese colmo de fragilidad que somos cada uno y todos, aparece este tiempo hermoso, tiempo de encuentro con nosotros mismos, tiempo de reconocimiento de que “no nos la sabemos todas”, “no nos bastamos a sí mismos”, “no somos la causa primera y última”, ni del mundo ni de nuestro entorno. Aparece Jesús de Nazareth, su Misterio Pascual, su Vida que da vida, vida que va más allá de la muerte y que nos asegura participar también nosotros de su triunfo y de su Victoria. Por más muertes que nos haya dejado y nos deje el COVID19, triunfa la Vida. El COVID19 me puede matar, pero no me quita la Vida, porque esa Vida en plenitud es Jesucristo.

Qué dicha repetir con Santa Teresita del Niño Jesús:

“Mi vida en un instante,

una efímera hora,

momento que se evade

y que huye veloz.

Para amarte Dios mío

en esta pobre tierra

no tengo más que un día:

¡Solo el día de hoy!”

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